Nelson Mandela

Por esas cosas del azar nada azaroso, había dejado para mejor ocasión el libro Nelson Mandela, del que fuera ministro de cultura francés Jack Lang, publicado en su lengua original en 2004 y en castellano (por Anagrama) este 2007. Mandela ya figuraba como uno de mis líderes preferidos en En un lugar del Talento (la tercera parte de La sensación de fluidez, en tierras de La Mancha), junto a Gandhi, Benjamín Franklin, Ignacio de Loyola, Juana de Arco y varios otros.
¿Otra biografía de Mandela? Anthony Sampson ya publicó la autorizada, y el propio Nelson El camino hacia la libertad. Si embargo, el libro de Jack Lang es una aproximación diferente. Mandela es el protagonista de un drama en cuatro actos, en los que personifica sucesivamente a Antígona (luchando contra las leyes injustas de Creonte), Espartaco, Prometeo y Próspero (vencedor de Calibán). Es la evolución de un personaje que siempre ha cuidado su imagen y su mensaje; que supo forjar su mejor carácter durante los 27 años de reclusión en Robben Island y que ha conseguido para su país Unidad y Reconciliación. En el prólogo, Nadine Gordimer señala: "Si existe una forma de genio específico de la calidad humana, Mandela posee ese genio".
Hoy he comido en su ciudad (Soweto es un barrio de Johannesburgo), en la Plaza Nelson Mandela, junto a una estatua de Madiba (como le llaman cariñosamente aquí) de 6 metros inaugurada por su nieta en 2004, al cumplirse una década de democracia en la nueva Sudáfrica. Y me he comprado una camisa de colores chillones pintada a mano, "presidential shirt", como las que él lleva (se las diseña una artista llamada Desiré). La luciré con orgullo en alguna fiesta o celebración.
Jack Lang cree (y yo lo suscribo) que Mandela ha devuelto la nobleza a la política, de la que está tan necesitada. En los anexos de su libro recoge alguno de sus más famosos discursos, como el del juicio de Rivonia de 1964 ("Estoy dispuesto a morir"), el de recepción del Premio Nobel de la Paz 1993 y el que dirigió a sus compatriotas al ser liberado de la cárcel en 1990, que concluye con las siguientes palabras: "He luchado contra la dominación blanca y lo he hecho contra la dominación negra. He anhelado el ideal de una sociedad democrática y libre en la que todas las personas vivan en armonía con idénticas posibilidades. Es un ideal por el que espero vivir y que espero alcanzar. Pero, si es necesario, es un ideal por el que estoy dispuesto a morir". Mandela eliminó el apartheid y combatió el fantasma de una guerra civil. Su país es el más próspero de África. Mandela hoy es, a sus 89 años, la mejor prueba de que el espíritu humano es capaz de salir adelante.