El futuro del management

Hace muchos años que admiro a Gary Hamel, al que considero uno de los grandes del mundo de la gestión. Hace unos 17 años, cuando trabajaba en Coopers & Lybrand, visité la London Business School y pregunté a Charles Hampden-Turner (el especialista en culturas nacionales) quién sería el gurú de los próximos años. Aunque todavía no había publicado ningún libro, me contestó que sin duda Gary Hamel. Pude contarle personalmente la anécdota en Barcelona, en una rueda de prensa allá por el 98, cuando celebramos una gran Convención Internacional.
Gary Hamel es el autor de Compitiendo por el futuro (con C.K. Prahalad), Liderazndo la revolución (2002) y este otoño de 2007, El futuro del management. En él, Hamel nos habla del fin del management "tal como lo conocemos", esto es, del taylorismo y la burocracia weberiana. Un modelo mental que ha geerado una enorme prosperidad (ha multiplicado por cinco la productividad en la primera mitad del siglo pasado), pero que ya no sirve en la era del cambio acelerado, de la digitalización, de internet, de la gloalización. La división del trabajo, la jerarquía, los gestores trabajando para los dueños, la descripción de puestos de trabajo forman parte de un ADN inquietante para los nuevos tiempos.
Para cambiar el paradigma es imprescindible, nos cuenta Hamel, una revolución en la innovación en la gestión (de la gestión de la innovación a la innovación en la gestión) que impacta en la planificación estratégica, la presupuestación, la gestión de proyectos, la selección y promoción, la formación y el desarrollo, la comunicación y la gestión del conocimiento, la evaluación y la compensación. ¿Ejemplos? Whole Foods Market, Whirlpool, W.L. Gore, Google, Semco. Todas, empresas preferidas para trabajar que han cambiado las reglas del juego.
Se trata de pasar del control a la libertad, de la jerarquía a la comunidad, de la imposición al propósto. Porque hoy lo que añade valor es la pasión (35%), la creatividad (25%), la iniciativa (20%), el intelecto (15%) y la diligencia (5%). La obediencia no aporta valor para generar ventajas competitivas. Así de simple.
Mientras escribo estas líneas, en Santo Domingo llueve a mares (estamos en época ciclónica, de tormentas continuas). Escucho a Ismael Serrano, su Cd Sueños de un hombre despierto. La primera canción es Casandra,
Casandra vio en sueños el futuro.
En la sombra de una pesadilla Casandra leyó
los versos de ese poema que aún no han escrito
los dioses que, riendo, la hirieron con su maldición.
Supo del hambre y de las guerras de siempre,
de bufones celebrando el odio, bailando entre hogueras,
de despedidas y de monstruos minerales
bebiendo insaciables la savia dulce del planeta.
Casandra vio a hombres y mujeres
dormitando en sus burbujastras las máscaras del miedo.
Mas también vio la luz del albaasomar por la cancela que nadie jamás abrió.
Supo que aún quedaban esperanzas,
que otros sueños la esperaban.
Casandra habló a todos de sus sueños
mas nadie la oyó.
Nadie creyó en Casandra y sus visiones
y la gente sólo vio en su augurio delirio y locura.
La condenaron a vagar perdida y sola.
Herejía es mostrar la verdad descarnada y desnuda.
Abandonada tras los años la encontró
un muchacho que andaba buscando esperanza y respuestas.
Casandra habló con pasión de sus presagios
y de la luz del amanecer brillando tras la puerta.
—Creo en ti Casandra. No estás loca.
Se besaron y en su boca florecieron madreselvas.
—Dulce Casandra, ponte de pie.
—Yo te he conocido antes. Quizá te soñé.
Hay quien duda ya y cree en la leyenda.
Juntos buscarán la puerta.
Dulce mañana.
Yo, no se tú...creo en Casandra.
Me temo que tanto Gary Hamel como un servidor tenemos bastante de Casandra. Anunciamos un mejor modelo de organzaciones pero la gran mayoría (cinco de cada seis) no se lo creen. Sólo unas pocas personas y empresas, las que ya están previamente convencidas, apuestan por una forma humanista de dirigir y convivir.