Camino

Esta mañana he ido al cine, a ver Camino, de Javier Fesser. Me ha parecido una película interesantísima, con muy buenas interpretaciones y un relato sorprendente (los cinco últimos meses de una niña de 11 años). En su presentación en el último festival de San Sebastián, E. Rodríguez Marchante escribía para el Grupo Vocento la siguiente crónica:

“Camino es un viaje, un recorrido. Camino es el nombre de la niña protagonista. Camino es el título de la obra de Josemaría Escrivá de Balaguer, fundador del Opus Dei. Camino es el título de la película de Javier Fesser que cerraba ayer la presencia del cine español en la competición del Festival. Y tiene mucho «camino» por recorrer esta película larga (y alargada), que contiene secuencias magistrales, momentos de una arrebatadora fuerza poética, que hacen de la confusión filosofía y del doble sentido espiritualidad. Su arranque es atronador: una niña está en su lecho de muerte, alegre, entregada a su amor a Jesús; su madre y algunos presentes participan con doloroso regocijo de esos momentos que preceden a la muerte.
Lo terrible se torna soportable para el espectador (todavía recién llegado), y la congoja que le producen las imágenes están empapadas de un cierto alivio. Todos los «caminos» de la película retroceden inmediatamente a algunos meses atrás, y se cuenta la vida de esa jovencita increíblemente vitalista, cuya familia, y ella misma, son profundamente católicos, en especial la madre y la hermana, que vive en una casa del Opus Dei y en una absoluta y total entrega a «la obra».
No se puede entrar en tromba en esos momentos clave, de gran cine que alisa y arruga los sentimientos y emociones de sus personajes, sin revelar en exceso los resortes de una trama que necesita ser devorada en orden. Fesser se toma su tiempo (y parte del nuestro) en introducirnos ahí, en ese mundo en el que a la búsqueda de la Luz se apagan las bombillas, pero sobre todo nos conduce pacientemente hacia el interior de esa niña, Camino, tan poderosamente confortable, tan entregada y romántica que su pasión por Jesús se convierte en su particular camino, en una especie de viacrucis que la conduce directamente a la santidad (la historia de Fesser está basada, al parecer, en hechos reales).
Y también se toma su tiempo y el nuestro Fesser en retratar a pinceladas a la madre, pasional y militantemente religiosa; al padre, rendido y con medio cuerpo ya fuera de la trinchera, y a la hermana, luminosa en tiempos, como Camino, pero desaparecida en el interior de su propio camino. Y todo este tiempo es tiempo aprovechado. Luego, hay otro más discutible en el que Javier Fesser se dedica a ser Javier Fesser y le abre paréntesis de imaginación y fantasía a la profunda sordidez de la historia. Todo ello junto es la película, y la duda es si ambas cosas, sentimiento equívoco y delirio fantasioso, no se hubieran revuelto, la película ¿sería la misma, otra, otra mejor?...
«Camino» es una obra tan brillante como excesiva, que te provoca atracción y rechazo, que retrata de un modo radiante, cromático y gustoso algunos rincones oscuros de nuestro propio interior, al tiempo que describe (en realidad, se describen a sí mismos) ambientes oscuros, taimados y calculadores con la creencia de que están en el mismo foco de la luz del sol. «Camino» es polisemia pura, es pluralidad de significados y disparidad de sentimientos, supongo que es una película tan fácil de reprobar, de maljuzgar, como difícil de olvidar algunos de sus imborrables momentos. Todos sus actores están magníficos, Carmen Elías, Mariano Venancio, Manuela Vellés, pero la niña Nerea Camacho no está magnífica, está literalmente gloriosa, bienaventurada, completamente celestial.”

Uno no se la puede perder. Una obra de arte, puesto que moviliza emociones. Me imagino que a Carmen Elías (que interpreta el papel de madre de Camino) le lloverán premios. Más allá de ideas religiosas y políticas, creo que el fin, sea cual sea, nunca justifica los medios (mentir, engañar, esconder información ajena, apoderarse de la voluntad ajena, impedir la libertad de las personas).