Recuperar la Autoridad

Segundo día nuboso en Lanzarote. Da igual. Se trata de descansar, reflexionar, pasarlo bien. Esta isla, “la hija de la Luna”, es excepcional.

Entre los libros de estas vacaciones, tenía previsto leer (y así ha sido) La recuperación de la autoridad, de José Antonio Marina, subtitulado Crítica de la educación permisiva y de la educación autoritaria.

Es un texto impresionante. Comienza con un párrafo directo, exacto: “Vivimos en una sociedad permisiva, después de haber vivido durante gran parte del siglo XX en una sociedad autoritaria o dictatorial. La sociedad permisiva se funda en la libertad y los derechos, mientras que la sociedad autoritaria se funda en la autoridad y en los deberes. La oposición es tajante y posee una claridad maniquea: los buenos están de una parte (libertad y derechos) y los malos de la otra (autoridad y deberes).” Más claro, agua.

Y como nos cuenta JAM; “las cosas se complican porque las épocas inseguras añoran la autoridad. (…) La cultura de la permisividad comienza a darnos miedo. La corrupción aqueja al mundo político y económico. Soportamos una crisis mundial provocada por la codicia. Practicamos un individualismo feroz de sálvese quien pueda.” La respuesta de Marina: “La inteligencia humana puede fracasar. Para fortalecer el proyecto ético de la humanidad, necesitamos no sólo unas instituciones dotadas de autoridad, sino unos ciudadanos dotados también de autoridad. (…) Mi tesis es que el pueblo debe adquirir autoridad y que sólo entonces estará en condiciones de adquirir el poder.” Una introducción, de apenas dos páginas y media, que es una de las más impresionantes que he leído nunca.

Después, el autor nos ofrece el diagnóstico: un repaso a la actual situación permisiva y a la crisis de autoridad. “Hay una nostalgia de la autoridad que me parece tan vaga como la nostalgia del pasado.” Y nos recuerda aquella frase de Hannah Arendt: “Ya no estamos en condiciones de saber lo que es verdaderamente la autoridad”.

Pero Marina define perfectamente términos hoy confusos. “Autoridad” viene de la raíz indoeuropea Aug, fuerza, en especial la fuerza de los dioses. La potestas como autoridad formal y auctoritas como autoridad moral, fuerza de la convicción, capacidad de producir respeto, de conciliar voluntades. El Emperador Augusto unificó ambas en el 27 d.C. Al hablar de potestas, los romanos se referían a un poder legítimo. “La legitimidad significa que un determinado tipo de poder es necesario, o conveniente al menos, para alcanzar importantes fines del ser humano. En último término, la única legitimación verdadera es ética, porque es la encargada de señalar los objetivos fundamentales de la humanidad. El poder de una institución adquiere un valor intrínseco por el papel que tiene dentro del proyecto ético que lo justifica. Es lo que tradicionalmente se indicaba con el nombre de “dignidad”. Por ello, “Frente a autoridad recibida de la institución encontramos la autoridad personal, que no se recibe de nadie, sino que se alcanza por méritos propios, es una autoridad conquistada, un poder legítimo, personal, ganado por el propio esfuerzo, y que no usa medios coactivos para imponerese. (…) Su influjo es la manifestación de la excelencia. Es la autoridad merecida.” Marina cita a Aurelio Arteta en el sentido de que una sociedad necesita saber admirar (como las “medallas de la libertad”, de las que hablaba ayer en el blog), porque éste es el sentimiento que merece el mérito.

JAM nos explica que “las culturas clásicas fueron culturas del mérito”. Ésta no lo es. Mingote ha recuperado esta semana una viñeta suya del 13 de mayo de 1961. Una madre, que ve a su hijo pegarle patadas a un balón, le explica a su amiga: “No hay que hacerse demasiadas ilusiones. También su padre prometía mucho de pequeño, y ya ves: Rector de Universidad”.

Sí, con el igualitarismo hemos deslegitimado toda diferencia por el mérito. Marina diferencia entre “poder legítimo”, “autoridad recibida” y “autoridad merecida”. “La autoridad es la irradiación de la excelencia personal en una relación social.” Por eso, es esencial en la convivencia humana.”Si somos incapaces de distinguir entre lo admirable y lo detestable, entre la dignidad y la indignidad, entre la calidad y la mediocridad, perdemos nuestra capacidad de mejora, y progreso.” En definitiva, “ser ciudadano es un compromiso de excelencia, no un mero derecho pasivo.”

El “sistema social invisible”, el modelo mental actual, está compuesto de elementos como el rechazo del “argumento de autoridad”, de la tradición, la crisis de las instituciones, el rechazo a la virtud de la obediencia, el predominio de los derechos sobre los deberes, las confusiones de la igualdad (elimina la aristocracia del mérito), los problemas de la autonomía (el sujeto se libera de cualquier compromiso), el sistema de mercado (la estimulación del deseo), las confusiones de la tolerancia… En el caso de la educación, distintos intelectuales pidieron una desescolarización de la sociedad. En estos momentos, “necesitamos recuperar algún tipo de autoridad. Una autoridad que sea compatible con la libertad, con la democracia, con la autonomía, con los deberes del niño.”

La propuesta de JAM, desde el Gran Proyecto Ético, busca la recuperación de la experiencia, aclarando el concepto de libertad (“la acción inteligentemente realizada”), de voluntad (“la facultad que nos permite un comportamiento libre”) y de educación del carácter (de la personalidad recibida a la aprendida y la elegida). “La educación es instrucción más formación del carácter.”

Marina nos recuerda en este libro el dictamen de la ASCD (1988) sobre las cualidades de una persona madura:
1. Respeta la dignidad humana.
2. Cuida del bienestar de todos los demás.
3. Integra los intereses individuales y las responsabilidades sociales.
4. Demuestra integridad.
5. Refleja cuáles son sus elecciones morales.
6. Busca siempre soluciones pacíficas ante un conflicto.

Sí, hay que aprender la libertad. “La autoridad es, fundamentalmente, la responsabilidad llevada hasta la excelencia.” El papel de los padres es nuclear: “La ternura es acogimiento sin reservas. La exigencia es firmeza en las expectativas. Ambas herramientas son necesarias.” JAM nos recuerda que “disciplina” proviene de “discere”, aprender. Pero que durante mucho tiempo se pensó que sólo bajo castigos se aprende, y disciplina perdió su sentido original.

Necesitamos líderes en los centros educativos, en las familias, a todos los niveles de la sociedad.