El jefe, más o menos

Cuando un equipo lo hace magníficamente bien, tiende a pensarse que liderarlo tiene poco mérito. Así, hoy El Mundo reproduce (a través de Julio Miravalls) el artículo de Eduardo Schell Cuando el jefe es lo de menos, que es el siguiente:
“El magnífico oro de Polonia conquistado por la selección española de baloncesto dispara el entusiasmo a chorros. No es la primera vez que ocurre, e incluso se está convirtiendo en una costumbre. Hace un año, EDUARDO SCHELL buscaba explicaciones y las encontraba en un modelo de gestión, que considera trasplantable al mundo de la empresa. Hay que advertir que donde el artículo habla de siete medallas ahora hay que poner ocho... y donde habla de seis seleccionadores, hay que poner siete. Pero claro, aunque el jefe no importe, es muy agradecido tener en la cancha a un líder como Pau Gasol.
*** Siete medallas desde 1999 (campeones del mundo en 2006, subcampeones olímpicos en 2008 y tres veces de Europa -1999, 2003 y 2007- además de un bronce europeo en 2001) con seis seleccionadores distintos (Lolo Sainz, Javier Imbroda, Moncho López, Mario Pesquera, Pepu Hernández y Aíto García Reneses). En los últimos cinco Europeos -un torneo más duro que un Mundial y unos Juegos- España ha disputado como mínimo la semifinal con cinco seleccionadores distintos y sólo en 2005 no se tocó metal.
Es decir, el jefe (seleccionador) es lo de menos cuando uno tiene un proyecto sólido, apuesta por él firmemente y se refuerza ocasionalmente con pequeños cambios que inyecten sangre fresca al equipo. Equipo y con mayúsculas. Esa es la clave de una selección de baloncesto que ha traspasado la frontera de lo deportivo hasta convertirse en un fenómeno social y un modelo a imitar no sólo en el mundo de la canasta sino también en el empresarial. Incluso el presidente de la Federación Norteamericana de Baloncesto, Jerry Colangelo, me reconoció en Pekín durante los Juegos que Estados Unidos le había copiado tras años de estudio el modelo y el método a la selección española para volver a recuperar el orgullo y el honor perdido tras años de sonoros fracasos. El resultado, evidentemente, no pudo ser otro que la medalla de oro... ante España.
Equipo es la clave de una selección liderada por Pau Gasol, el mejor jugador de la historia de nuestro baloncesto, y conformada por auténticos cracks como Calderón, Navarro, Garbajosa, Reyes, Rudy, Jiménez, Marc Gasol, Berni Rodríguez, Mumbrú, Sergio Rodríguez, Cabezas, Ricky Rubio y Raúl López. Ellos, los auténticos protagonistas del éxito, dejan claro dónde reside éste: en el grupo.
A partir de ahí se ha creado una maquinaria perfecta en la que todos los elementos (desde los jugadores a los fisioterapeutas, médicos y utilleros al presidente de la federación) han de estar perfectamente engrasados para que no chirríe ninguna pieza. Si esto sucede, si uno busca más protagonismo que otro, si uno no confía ciegamente en su compañero, la máquina descarrila independientemente de quién sea el maquinista (seleccionador).
Nada más aterrizar en la selección y antes del Mundial de Japón (2006), Pepu Hernández me dejó una sentencia célebre: "Yo sólo soy un barbas que intenta molestar lo menos posible". Una frase algo exagerada pero que encierra una gran verdad. Para que un grupo de trabajo, deportivo o empresarial, funcione y rinda al máximo son fundamentales una serie de valores que los jugadores de la selección de baloncesto encarnan mejor que nadie: capacidad de sacrificio, ilusión, humildad, competitividad, espíritu de trabajo, profesionalidad, compromiso, actitud positiva, generosidad, entrega, lealtad y disciplina.
Y, además, hay que ser fiel a un modelo de gestión muy claro como por el que ha apostado la Federación: "Aquí todo el mundo es necesario e importante, pero nadie es imprescindible". Un modelo que ha triunfado en lo deportivo y en lo empresarial.
Las claves están ahí. Y la primera es crear un equipo en el que los protagonistas se sientan a gusto, respetados, respaldados, felices y con confianza. Si se logra ese hábitat de trabajo llegará el compromiso, la implicación, el trabajo incansable, la dedicación y la solidaridad con el compañero pese a que a uno eso le suponga un plus extra de sudor.
Independientemente de sus contratos multimillonarios, de las pocas vacaciones y del agotamiento, todos están deseando que llegue el primer día de concentración para ponerse a trabajar con la selección en busca de un nuevo éxito junto al resto de jugadores. El método ha triunfado en la cancha y está listo para hacerlo en la empresa.
La selección de baloncesto se ha convertido en un modelo a imitar también en el mundo empresarial.***
(El artículo 'Cuando el jefe es lo de menos' fue publicado por Eduardo Schell en El Mundo, el 18 de noviembre de 2008).

Make no mistake (que dirían en la NBA): por supuesto que contar con unos cracks (talento en estado puro) es esencial, que la cultura corporativa es determinante, que los valores marcan la diferencia… pero no hay equipo sin líder (sin líderes: el capitán, Jiménez o Navarro; sin el entrenador, sin el presidente de la FEB) ni líderes sin equipo.
La Harvard Business Review de este mes lleva entre sus artículos de portada Cómo sobrevivir a un jefe del diablo. Es un caso de negocios sobre un manager microgestor y represor y lo “responden” un ex DRH, un consultor y un coach. El consejo más habitual: que escape, porque le puede costar la salud. Un jefe tóxico es muy dañino.
Cuando Phil Jackson era el “coach” de los Chicago Bulls de Michael Jordan, Scottie Pippen, Toni Kukoc, Dennis Rodman, Ron Harper, Steve Kerr, Luc Longley, Wennington, Buechler y Randy Brown, algunos periodistas comentaban que cualquier Jackson (Michael Jackson, Jesse Jackson, Mahalia Jackson) podría dirigirlo. No es cierto. La victoria es un estado de ánimo muy frágil. ¿O ya no nos acordamos de cuando a nuestra selección, hoy de oro, le estaba ganando UK y estábamos eliminados? Que parezca fácil no significa que sea fácil.