Hooligans, indignados y eruditos

Vuelvo a John Carlin, uno de los columnistas más brillantes de la prensa nacional e internacional. Ayer hablaba de "Hooligans versus indignados" en un estupendo artículo:

Si hay una debilidad humana que nos define prácticamente a todos es nuestro apego a las ideas fijas. Buscamos pruebas que las apoyen en los lugares más recónditos o nos negamos ciegamente a aceptar los hechos que las refutan. Caemos todos en ello, los poderosos que los poderosos que deciden nuestros destinos y los que andamos por el mundo haciendo lo que podemos.

Una rígida opinión que yo alimento desde hace tiempo (y siempre que la oportunidad se presenta) es que la sociedad española es más sana que la inglesa. Esta misma semana he encontrado una nueva razón para consolidar mi prejuicio. Me refiero a los disturbios en Londres, que se han extendido por el resto de Inglaterra.

Evidentemente lo que hay de fondo aquí es un descontento social, una insatisfacción con el mundo como es. ¿Cómo responden los ingleses? Pues robando televisores de pantalla plana y zapatillas deportivas, e incendiando coches y casas. ¿Cómo responden los españoles? Pues como han hecho los indignados del movimiento 15-M.

Ahora, di lo que quieras de los indignados -que les falta coherencia, que carecen de propuestas realistas, que son unos quijotes- pero lo que les motiva es el deseo de que tengamos un mundo mejor. Sus impulsos son nobles; sus acciones, claramente políticas. Quieren ocupar la Puerta del Sol, no quemarla y saquear El Corte Inglés. El origen del movimiento está en el desempleo, en la injusticia social, en los grotescos bonus que reciben los primeros responsables de la crisis que sacude el mundo.

El origen de los disturbios ingleses fue la muerte a tiros a manos de la policía de un tipo que, según parece, no disparó antes, pero sí iba armado con pistola, y sí era un pandillero y un matón, y probablemente traficaba con drogas. Como mártires para la causa se me ocurre que debe de haber mejores candidatos. Eso sí, la reacción a su fallecimiento ha sido coherente. Los cabreados ingleses han imitado su ejemplo: violencia, criminalidad, hooliganismo. Pero idealismo político: ni pío.

Igual me equivoco, claro, o estoy siendo deshonestamente selectivo con las pruebas que aporto para apoyar mi tesis. (Por supuesto que hay muchas cosas buenas en Inglaterra: carecen de esa pomposa solemnidad que se da tanto en los españoles, los cultos son muy cultos, la tele es mejor, etcétera) Pero a día de hoy estoy más convencido que nunca de que la generalidad de la sociedad española -la generalidad, insisto- es mucho más civilizada que la generalidad de la ingleses”.

Efectivamente, no hay color entre los pacíficos indignados del 15-M y los salvajes que arrasan tiendas para robar zapatillas de marca. Los británicos tienen un mejor modelo de televisión (especialmente la pública), las personas cultas son más cultas que aquí, son menos retraídos que nosotros y sobre todo ponen en valor lo suyo como nadie (basta con comparar la tumba de Nelson con la de nuestro Álvaro de Bazán, cómo venden ahora la época de “Los Tudor” o cómo veneran a Shakespeare –con todo motivo- respecto al olvido de Cervantes, Lope, Calderón o Góngora –un cuarteto espectacular-).

Cambiando de tema, suelo hablar sólo de los libros que me gustan (de los que no, prefiero no hacer publicidad; ni buena ni mala). Sin embargo, tenía altas expectativas de “Programados para triunfar” de Michela Marzano y me ha defraudado profundamente. Nacida en Roma en 1970, esta doctora en filosofía que estudió en Pisa y Roma vive en Francia desde 1999 y es autora de “La muerte como espectáculo” (2010), una denuncia sobre la violencia convertida en espectáculo en los medios de comunicación.

“Programados para triunfar” se presenta como un polémico ensayo; en realidad, no lo es. Muestra una posición extremadamente crítica, destructiva sobre lo que llama la “nueva filosofía empresarial”. Pero no aporta nada nuevo. Arremete contra grandes empresas francesas (L’Oreal, Axa, Danone, Renault, Citröen) que están precisamente entre las mejores empresas para trabajar. Pone el ejemplo de Enron (unos sinvergüenzas en la alta dirección) como paradigma, cuando evidentemente no lo es. Y basa su argumentación en el taylorismo, en la “excelencia” (Peters y Waterman), en Maslow… Lo único destacable son las películas contra el sistema que menciona: “Recursos Humanos” (1999) de Laurent Cantet, “Mi piace lavorare” (2004) de Francesca Comecini y un par de Lars Von Trier, “Bailar en la oscuridad” (2000) y “Manderlay” (2005).

La autora dedica el último capítulo a lo que llama “el último avatar de la gestión empresarial: el coaching”. Dice que es “un símbolo significativo de la manipulación a la que están sometidos cada vez más individuos”. Comenta que surgió con Timothy Gallwey (ni se molesta en escribir bien el apellido), en 1972. Y añade: “No obstante, si nos remontamos en el tiempo, la palabra inglesa “coach” tiene un origen francés y remite al término “cocher”; el cocher (cochero) era el que se encargaba de conducir a sus pasajeros a su destino”. Profundo desconocimiento + indisimulado chauvinismo. Pero hay más. La Marzano escribe: “De hecho, el coaching profesional se basa en un “modelo” humano extraordinariamente simplista, que reduce al individuo a una especie de máquina capaz de ser “desprogramada” y, por consiguiente, “reprogramada”, un modelo humano que no existe, por más que se quiera”. Y remata: “Por otra parte, en la versión caricaturesca que el coaching da del individuo (siempre capaz de encontrar la solución correcta a los problemas que se le presentan), la racionalidad se mezcla con el misticismo más primario”. Es una lástima ese afán fundamentalista contra un proceso de acompañamiento; evidentemente, no sabe de lo que está hablando. Le sirve de excusa para seguir criticando el desarrollo en la empresa.

En fin, que este “Programados para triunfar” es un petardo, no aporta gran cosa y dispara críticamente a todo lo que se mueve. El desarrollo humanista (en la empresa y en la vida en general) se enfrenta a una extraña coalición (los extremos se tocan): la de los tiranos “de toda la vida”, aliados a estos “eruditos a la violeta” que ven las organizaciones desde atalayas sociales como el “Centre National de la Recherche Scientifique”. Lo positivo es que hay que leer bodrios como éste para luego disfrutar más de la buena lectura. En eso le estoy agradecido a autores como Michela Marzano. "La mejor defensa contra la mala literatura es una plena experiencia de la buena; así como para protegerse de los bribones es mucho más eficaz intimar realmente con personas honestas que desconfiar por principio de todo el mundo", Clive Staples Lewis (1898-1963), autor de "Las Crónicas de Narnia".

Ahondando en los agradecimientos, quiero dar las gracias a los profesionales del hotel Iberostar Coral Beach de Marbella. Personas comprometidas y dedicadas, que hacen vivir a los clientes experiencias de alto valor. ¿La clave? Como siempre, el talento (hay bastantes personas que llevan 20 años trabajando en el hotel,que ha cambiado varias veces de cadena, y lo viven como si fuera suyo) y el liderazgo (en este caso, del Sr. Santos, un joven director que da ejemplo y está siempre al pie del cañón, formando tándem con su segundo). Así da gusto,