El hombre que pensaba diferente

El fallecimiento de Steve Jobs, después de 7 años de luchar contra un cáncer, ha sido la noticia del día. Se ha destacado de él su visión del diseño y de la tecnología, su capacidad para anticipar el futuro, su labor emprendedora y que ha cambiado nuestro mundo para siempre. Yo me quedaría con la esperanza. Fue despedido por la compañía que él mismo fundó (por el CEO que él había contratado) y fue capaz de reinventarse, crear Pixar y transformar Apple. ¿Segundas partes nunca fueron buenas? Hay segundas partes que son maravillosas.

Jornada en Madrid, con reuniones comerciales (de presente y futuro) y almuerzo con una periodista de la prensa económica que escribe como los ángeles. Despedida a Silvia Damiano, la autora de “Implícame”, que vuelve a Australia después de un periplo por Madrid, Valencia, Barcelona y San Sebastián. No me ha dado tiempo a pasarme por el Global Education Forum (esperaba ver a Daniel Pink, pero hablaba por videoconferencia), pero leeré en la red las principales conclusiones del encuentro organizado por SEK.

Que Steve Jobs es un genio es indudable. Que si, en lugar de haber vivido en California, hubiera estado en otro entorno menos emprendedor no sería el Jobs que hemos conocido, también. Hoy he estado leyendo “El genio que llevamos dentro”, del divulgador Daniel Schenk. José Antonio Marina lo recomienda como brillante, riguroso y optimista. Efectivamente es un magnífico libro sobre lo que es genético y lo que es aprendido en el talento.

La tesis, ampliamente contrastada, es que el talento no es “una cosa” (un don, un conjunto de dones) sino un proceso (de aprendizaje). G x E : Genes por Entorno. No es uno u otro (naturaleza o cultura) sino cómo interactúan una con la otra. Los genes dirigen la producción de las proteínas. Los genes están activándose y desactivándose de forma constante en respuesta a los estímulos ambientales, la nutrición, las hormonas, los impulsos nerviosos y otros genes. Es como hacer una paella. “El desarrollo es química” (Patrick Bateson, Cambridge) “y el producto final no puede simplemente reducirse a sus ingredientes”. Las enfermedades genéticas son sólo el 5% del total. Es el paradigma (modelo mental) del “desarrollo dinámico”, que explica el talento, el estilo de vida y el bienestar. “Los niños se desarrollan solo en la medidsa que el entorno les exige desarrollarse”.

¿Qué podemos hacer con los niños para desencadenar el desarrollo de su talento? Hablarles desde una edad temprana y con frecuencia, leer desde una edad temprana y con frecuencia, cuidado y aliento, establecer altas exigencias, abrazar los fracasos (de hecho, convertir los errores en aprendizaje y no en fracaso) y fomentar una mentalidad de crecimiento (Carol Dweick, Stanford). “La inteligencia representa un conjunto de competencias en desarrollo” (Robert Stenberg, Yale, 2005). Sí, es un proceso dinámico, difuso, continuo, dependiente de la disciplina personal.

El talento no es “un don natural” o una “habilidad innata”, como lo define el Oxford Dictionary. Se trata de un mito. Es particularmente revelador el caso de Wolfgang Amadeus Mozart. Su padre, Leopoldo Mozart, publicó el año del nacimiento de Amadeus su “Verusch einer gründlichen Violinschule (Tratado sobre los principios fundamentales del Violín)”. Era subdirector musical en Salzburgo, no tenía posibilidades de promoción y se concentró en la formación de su hija Nannerl. Luego llegó Wolfgang, 4’5 años menor que su hermana. Le fascinaba la música y podía ser un negocio muy lucrativo. “Desde la edad de los 3 años, Wolfgang tuvo a toda su familia conduciéndolo hacia la excelencia mediante una mezcla poderosa de formación, aliento y práctica constante”. Marketing: era presentado por su padre como “el milagro que Dios dejó caer en Salzburgo” y tocó en las cortes europeas de los 6 a los 8 años. Es lo que el neurocientífico Daniel J. Levitin llama “la lógics circular del talento”: “Cuando decimos que alguien tiene talento, pensamos que queremos decir que cuenta con alguna predisposición innata para destacar, pero en última instancia solo aplicamos el término de forma retrospectiva, después de que ha conseguido algún logro significativo”. Es lo que algunos llamamos “poner en valor”.

Por tanto, volviendo a Schenk, cinco principios: La práctica cambia tu cuerpo, las habilidades son específicas, más vale cabeza que fuerza (fortaleza mental), el estilo de práctica es crucial y la intensidad a corto plazo ni sustituye el compromiso a largo plazo. Es la “práctica deliberada” (Anders Ericsson), que no es necesariamente placentera y que conlleva fracasos frecuentes.

Volvamos a Mozart. Él mismo escribió (a su padre, precisamente): “La gente comete un tremendo error cuando piensa que mi arte ha llegado con facilidad. Nadie ha dedicado tantísimo tiempo y pensamiento a la composición como yo”. Sus primeros siete conciertos, compuestos cuando tenía de 11 a 16 años, no contienen absolutamente nada original. Necesitó diez años (desde su primera sinfonía) para componer la 29ª, su primera obra de verdad destacada. Su primer gran concierto para piano es el nº 9, “Jeunnehomme”, compuesto a los 21. Su primera ópera “buena”, Idomeneo, es de tres años después (su ópera nº 13). La de Mozart es una obra en clara evolución positiva.

El libro también trata de los gemelos y la herebalidad, que es el 60% de la inteligencia, el 60% de la personalidad, el 40-60% de las habilidades motoras y el 21% de la creatividad (Thomas Bouchard, Universidad de Minnesota). Erik Turkheimer demostró que la heredabilidad no tiene un porcentaje fijo. Para ser realemnte idénticos, los gemelos necesitan la misma interacción GxE temprana, circunsatncias cultursales compartidas, evitar las “diferencias ocultas” y tener la misma disciplina.

¿Y la precocidad? Es una habilidad especial desde temprana edad, pero “los genios pueden quedar atrapados en su propia pericia” (Ellen Winner). Las técnicas pedagógicas de Leopoldo Mozart son similares a las del “método Suzuki”, por lo que uno puede tocar (si se esfuerza) como Amadeus. “Todos los deportistas de élite son tenaces” (David Halberstam) y “algunos, como Michael Jordan, de los más tenaces de todos”.

No podía faltar el peso del entorno: Jamaica respecto a los velocistas, la Viena de principios del siglo XX… Para “cultivar la grandeza”: halla tu motivación, sé tu crítico más severo, cuídate de tu lado oscuro (amargura y culpà), identifica tus limitaciones (e ignóralas), aplaza la gratificación y resístete a conformarte, ten héroes (admiración), encuentra un mentor (el valor del coaching).

Para inspirar a un niño, cuatro principios rectores: Creencias (efecto pygmalion); apoya, no asfixies; marca el ritmo y persevera; abraza el fracaso.

Y el hallazgo final: el estilo de vida puede alterar nuestra herencia. “Todo nos moldea y todo es moldeable. El genio que hay en cada uno de nosotros es nuestra capacidad para mejorarnos y para mejorar nuestro mundo”.

Estupendo libro. Un gran homenaje al genio de Steve Jobs, el hombre que pensaba diferente, y al genio de todos nosotros.