La Dama de Hierro

Ayer se estrenó La Dama de Hierro, una película largamente esperada. Por la tarde, me fui a verla por fin y me encantó.

Es una película de, por y sobre el talento femenino. Retrata a una de las grandes líderes de nuestro tiempo, la interpreta la más grande de las actrices (Merryl Streep, que está impecable y que después de 16 nominaciones -17 con ésta; lo confirmaremos el próximo viernes 13- es la más firme candidata a la estatuilla), la dirige Phyllida Lloyd, una excelente directora teatral y el guión, es de Abi Morgan (una magnífica dramaturga).

Por lo demás, tiene la inteligencia de mostrar a una Margaret Thatcher octogenaria, que trata de recordar “sus años en Downing Street” (título del primero de sus libros; como Primer Ministro ganó tres mandatos, algo que sólo ha ocurrido tres veces a lo largo de la historia), sus comienzos, su matrimonio con Dennis Thatcher, la relación con sus hijos, etc.

La Sra. Thatcher forja sus valores bajo la influencia de su padre, dueño de un par de tiendas de ultramarinos que amaba la política y servía como activista social (de él aprender el esfuerzo, el coraje, la determinación, la convicción de que nadie regala nadie y que hay que evitar a los ‘parásitos sociales’). Su marido le ayudó a presentarse al Parlamento (consiguió finalmente el escaño a los 34 años) y sirvió de apoyo en su carrera política: secretaria de educación a los 45, líder del partido a los 50, primer ministro a los 54…

Lo que más me ha gustado de la película es la coherencia en el liderazgo de Margaret Thatcher: “Antes tratábamos de hacer, hacer muchas cosas; ahora la mayoría trata de ser”. O, cuando le pregunta el médico cómo se siente, le recrimina que en estos tiempos lo que importa es lo que sentimos, no lo que pensamos. Y cita a William Thackeray, autor de La feria de las vanidades: “Siembra un pensamiento y cosecharás un acto; Siembra un acto; y cosecharás un hábito; Siembra un hábito y cosecharás un carácter; Siembra un carácter y cosecharas un destino“. No está de más que la Inteligencia Emocional parte del concepto de “inteligencia” (de “inteligencia triunfante”, nos enseña José Antonio Marina). Las emociones sin inteligencia suelen ser de lo más desacertadas; la naturalidad pasa a ser animalidad.

Se trata de una mujer que tiene las ideas claras, que marca la pauta, que es firme en sus convicciones (contra viento y marea) y que ejecuta hasta el final, pese a quien pese. Admirable, seamos partidarios o no de sus políticas, en un mundo blandito en el que los políticos y los ciudadanos o no tienen criterio o prefieren agradar continuamente a los demás que hacer cosas.

Me ha pasado como a la directora Phyllida Lloyd, que con la cinta admiras más al personaje. Esta tarde, he visto en DVD “El escritor”(The ghostwriter), de Roman Polanski, sobre Tony Blair y sus Memorias. Hablé de esta película en el blog el 2 de abril de 2010 (y del libro en el que está basado “El poder en la sombra”, de Robert Harris, el 19 de septiembre de 2008). Blair, a quien llamaba “El sombrerero loco”, está en las antípodas del liderazgo de la Sra. Thatcher. Sí, los dos estudiaron en Oxford; Blair destacó como actor, en tanto que Margaret Thatcher desarrolló su mente analítica con un Premio Nóbel de Química. Blair pasará a la historia como un mentiroso que apoyó a Bush jr. por interés. La Thatcher, como una sincera amiga de Ronald Reagan que junto a él (y a Juan Pablo II) derribó el telón de acero.

La Sra. Thatcher, después de once años en el poder, fue forzada a dimitir por una traición típicamente shakespeariana en su propio partido (ella misma lo definió como “una traición con una sonrisa en sus caras”). Así es la vida.

Me han traído los Reyes (a través de Amazon.es llegarán el martes) la autobiografía de Margaret Thatcher y varios de los principales libros sobre ella. Los leeré con mucho interés.

En fin, que comparar a líderes políticos de los 80 como Helmut Kohl, Françoise Miterrand, Margaret Thatcher o Ronald Reagan con los actuales es verdaderamente odioso.

“Vivir es sentir, sin amarguras, todas las edades hasta que llega la muerte”, Margaret Thatcher.