La crueldad como empatía cero


Admiro mucho a Simon Baron-Cohen, catedrático de Psicopatología evolutiva de la Universidad de Cambridge. En su primer libro, Mindblindness (Ceguera mental), trataba de la parte cognitiva de la empatía, así como del autismo. En su segundo, The Essential Difference (La diferencia esencial), trataba de la parte afectiva de la empatía. Y ahora publica en castellano Empatía cero. Nueva teoría de la crueldad, en la que define la maldad y la crueldad como ausencia absoluta de empatía.
Como judío, parte del Holocausto y de la idea de que los nazis “convertían a las personas en objetos” (a los prisioneros en pantallas de lámparas o en jabón). Las personas somos sujetos, y merecemos respeto y comprensión (al leer a Simon, no he podido evitar recordar que el taylorismo, tan conectado intelectualmente en sus inicios con el nacionalsocialismo, precisamente trata a los trabajadores como cosas –recursos- y no como humanos).
“Cuando la empatía se desconecta, nos encontramos con el modo “yo” exclusivamente. En tal estado tan solo recurrimos a los objetos y a las personas como si simplemente fueran cosas”. La maldad como erosión de la empatía.
El Dr. Baron-Cohen considera que todos estamos en algún punto de la “curva de empatía” (una campana de Gauss) y define la misma como “nuestra capacidad de identificar lo que otra persona piensa o siente y responde ante esos pensamientos y sentimientos con una emoción adecuada”.
Por tanto, hay dos fases de la empatía: reconocimiento y respuesta. Sally Wheelwright, Bonnie Auyeung, Carrie Allison y el propio Simon Baron-Cohen han elaborado un test para medir el cociente de empatía (en el libro hay una versión corta y una larga). El autor nos presenta además el circuito de la empatía gracias a la imagen de resonancia magnética funcional (RMF): desde la corteza prefrontal hasta la amígdala.
¿Quién tiene Cero grados de empatía? Tres tipos de personas: el trastorno límite de personalidad (o tipo B, de borderline), con impulso autodestructivo, ira y humor cambiante –expresan su furia hacia las personas que quieren-, como Marilyn Monroe; el psicópata o tipo P, que solo se preocupa por sí mismo; y el narcisista o tipo N, que carecen de humildad y se creen superiores a los demás. Los tres tipos son profundamente egocéntricos.
Cero grados de empatía es positivo en los casos de síndrome de Asperger y de autismo, así como en la sistematización en grado extraordinario (reconocimiento de patrones).
Baron-Cohen analiza el papel de la genética, a partir de mellizos idénticos, monocigóticos. Hay genes para la agresión (MAOA), para el reconocimiento de emociones (SLC6A4, transmisor de serotonina), para el cociente de empatía y para los rasgos autistas.
Por tanto, este interesantísimo libro aporta 10 nuevas ideas (según el propio autor):
1. Todos nos encontramos en un punto del espectro de empatía.
2. En el extremo se encuentran los cero grados de empatía.
3. Las bases normales de la empatía en el cerebro son atípicas en los cero grados de empatía.
4. El tratamiento para los cero grados de empatía debería centrarse en el tratamiento de empatía.
5. El apego de seguridad temprana de John Bowlby se puede entender como tesoro interno.
6. Existen genes para la empatía.
7. Las “enfermedades del espectro autista” están asociadas a una fuerte sistematización.
8. Ser cero-positivo es una forma de escapar del tiempo, por dejar de lado la dimensión temporal para ver patrones que se repiten en la naturaleza.
9. Para una mente cero-positiva, el cambio es tóxico.
10. La empatía en sí misma el recurso más valioso de nuestro tiempo.

En estos nuevos tiempos (el talentismo), el Dr. Baron-Cohen propone un replanteamiento de la psiquiatría y nos alerta de la “banalidad del mal” (término creado por Hannah Arendt durante el juicio a Adolf Eichmann, uno de los principales arquitectos de la “solución final”), que Phillip Zimbardo reprodujo en el experimento de la prisión de Stanford y que Christopher Browning comprobó en los nazis en su libro Ordinary Men (todos cumplían órdenes).
¿Existe la súper empatía? Sí. La neurocientífica Tania Singer, de Zurich, nos habla de monjes budistas que controlan su sufrimiento porque sintonizan con los estados emocionales de otras personas. Simon Baron-Cohen (y un servidor, modestamente, con él) no creen que haya un “exceso de empatía”. Y pone como ejemplo a un líder admirable, el arzobispo de Sudáfrica Desmond Tutu.
“Me horrorizaría que los lectores de este libro sacaran la conclusión de que la empatía es mejor que la lógica”, concluye Simon, “ya que espero haber expuesto de forma convincente que ambas tienen su valor”. Sin embargo, la erosión de la empatía afecta a la salud de las comunidades humanas, sean familias o países.
Tal vez la auténtica crisis (la que Einstein llamó “crisis de la incompetencia”) sea la erosión de la empatía.

Mi profunda gratitud a las personas empáticas, altruistas, dedicadas a los demás. Sois la mejor versión del ser humano. Como la Federación Española de Bancos de Alimentos, premio Príncipe de Asturias de la Concordia 2012. Fundada en Barcelona en 1987, repartió el año pasado en toda España más de 104 millones de kilos de productos a personas necesitadas de forma gratuita. ¡Qué gran labor, en tiempos tan difíciles!