Ayer
estuve viendo la película Blancanieves de
Pablo Berger, candidata de España a los Óscar (mejor película extranjera). Me
la había recomendado mi amigo Miguel Ángel, de cuyo criterio me fío mucho, y la
verdad es que es una cinta muy interesante. Muda, en blanco y negro, con
grandes actrices y actores (Maribel Verdú, Macarena García, Daniel
Giménez-Cacho, Inma Cuesta, Ángela Molina) y un excelente ritmo… Tanto Berger
como Michel Hazanavicius (The artista)
presentaron hace siete años un proyecto cinematográfico que comenzaba: “Esta es
una película muda, en blanco y negro y con música de principio a fin”. Ibón
Comenzana, como productor, creyó en esta versión del cuento clásico de los
Hermanos Grimm.
Sí,
este Blancanieves español me ha
gustado. Conectas con ella, te atrapa (aunque es un drama, triste, y no
tragicómico como The artist). Es una
gran película. Alberto Luchini, hoy en Metrópoli,
la considera una obra maestra (5 estrellas): “El director bilbaíno ha
reinventado por completo el cuento de los hermanos Grimm, trasladando la acción
a los años 20 de una España cañí y de pandereta, de toreros y folclóricas, de
flamenco y de circos ambulantes. Respetando por completo el espíritu y
subvirtiendo totalmente la forma (¡ni siquiera son siete enanitos!) del
original, el realizador ha puesto en pie un desasosegante cuento de terror
gótico, en el que sobresalen poderosamente la estética abogarradamente
expresionista y una selección musical tan racial como desgarradora”.
¿Por
qué en 2011-2012 se estrenan The artist y
Blancanieves y por qué esa “lucha de
madrastras”? Pablo Berger se considera “un brujo” por esta coincidencia.
Blancanieves
(en alemán, Schneewittchen) es un
cuento de hadas universalmente conocido. Está inspirado en Maria Sophia
Margaretha Catharina von Erthal, nacida en Lohr (Alemania) en 1729. Su padre,
Phillip Christoph, fue condestable de Kurmainz, de 1719 a 1748. En 1741, la
madre de Sophia murió y dos años más tarde Phillip volvió a casarse, con Claudia
Elisabeth Maria von Venningen, Condesa Imperial de Reichenstein.
El “espejo mágico”, que se encuentra en el castillo de Lohr, mide 1’60 m y fue
regalo del padre a la “madrastra” de Blancanieves. “Habla” porque reverbera y
contiene en el marco aforismos como “Amour Propre”. El “bosque virgen” es el
Spessart, las siete montañas son el Höhenweg y los “siete enanitos”, niños que
trabajaban en las minas de Bieber. El veneno es zumo de belladona, que provoca
rigidez como si la persona hubiera fallecido.
María
Sophia es un dechado de virtudes, activa contra la pobreza y la indigencia.
Desde niña, padecía incapacidad visual parcial como consecuencia de la
varicela. Los hermanos Grimm vivían cerca de Lohr, en Steinau, y publicaron el
cuento Blancanieves y los siete enanitos en
1812. Tras varias versiones de cine mudo (1903, 1910, 1913, 1916), Disney estrenó
su Blancanieves (primera película de
animación) el 21 de diciembre de 1937, pronto hace 75 años. Walt Disney había
visto la versión de la Paramount en febrero de 1917 (tenía 15 años y asistía
por primera vez a la proyección de un largometraje; quedó prendado).
Y
después de tres cuartos de siglo, tres versiones nada menos: Blancanieves ¡mirror, mirror!, con Lily
Collins y Julia Roberts (Clementianna,
la madrastra). Una comedia (5,6/10 en imdb) que costó 85 M $ y ha
recaudado casi el doble (el tirón de la Roberts). Blancanieves y la leyenda del cazador, una especie de Juego de tronos con Charlize Theron como
madrastra y Kristen Stewart (Crepúsculo)
como Blancanieves. Muy aburrida, y pretender que la “chica vampiro” puede
competir en belleza con la top-model sudafricana es poco serio. Y la española Blancanieves, la mejor y con la mejor
madrastra, Maribel Verdú. Para mí, el
director debería haber eliminado la escena final y terminar, como empieza, en
la plaza de toros de Sevilla.
¿Qué
nos fascina de la historia de Blancanieves? Si acudimos a Bruno Bettelheim y su
Psicoanálisis de los cuentos de hadas,
nos damos cuenta de que Blancanieves recrea (en versión femenina) el mito
griego de Edipo, y revela el proceso de desarrollo de una cándida niña que va a
convertirse en mujer (al final del cuento, Blancanieves se ha convertido en la
reina y ha vencido a la madrastra).
Se
trata de un proceso de maduración. La niña ha sido abandonada por su padre y es
odiada por su madrastra. Es la inocencia del blanco frente a la pasión del rojo
(los labios de Blancanieves, besados por el príncipe); el trío de color se
completa con el negro de la madrastra. La muerte de la madre biológica muestra
un cambio de situación, y el espejo simboliza la voz interior. El cazador que
no llega a matar a Blancanieves es una representación subconsciente del padre. Y
los enanitos, las personas que necesitamos para aprender: humildes y valiosas.
¿Por
qué precisamente ahora aparecen tantas versiones, para adultos, de este cuento
clásico? Quienes no creemos en las casualidades podemos pensar que Blancanieves
es, precisamente, la sociedad que estamos viviendo en este paso del capitalismo
al talentismo.
Blancanieves,
en su ingenuidad, es la sociedad occidental primorosamente cuidada por su madre
(el Estado del Bienestar) y su padre (los gobernantes políticos). En un momento
de crisis financiera internacional, el Estado del Bienestar tiende a
desaparecer (la madre muere) y los gobernantes caen en manos de una madrastra
(los poderes económicos). El espejo son “los mercados”, que le dice a los
poderosos del mundo del dinero quién es la “más bella” (la prima de riesgo), en
tanto que la sociedad (y de ella, las clases medias y medias-bajas), es la que
más sufre.
El
cazador puede acabar con Blancanieves (el ultracapitalismo se impone) o tal vez no (el talentismo). Si se
refugia en el bosque y llega a la casa de los enanitos (el aprendizaje), puede
salir adelante. Pero todavía le queda la prueba de la manzana (haber aprendido
de verdad los valores o dejarse seducir de nuevo por las tentaciones
materialistas y el crédito fácil a las primeras de cambio). En algunas versiones,
el cuento acaba bien; en otras, Blancanieves no despierta jamás de su letargo. ¿Sabremos madurar como civilización?
Para ello, hay un espejo alternativo: el que pueda ayudar a Blancanieves; en el
mundo empresarial, lo llamamos “coaching ejecutivo” y la metáfora que más
empleamos es precisamente la del espejo. Nos permite desarrollar no la codicia sino la felicidad.
Mi
agradecimiento a los hermanos Grimm, a Walt Disney, a Bruno Bettleheim, a Pablo
Berger y al equipo de este hispano Blancanieves,
que tanto nos puede dar qué pensar.