Salida
ayer sábado de Cuernavaca hacia el aeropuerto internacional Benito Juárez de la
Ciudad de México. Y a las 18,40 h, vuelo hacia Madrid. He compartido estas
horas con el gran Javier Fernández Aguado, el mayor experto en Liderazgo ligado
a la historia. Hacía bastante tiempo que no veía a Javier, y hemos disfrutado
repasando la actualidad y el pasado cercano.
Ya
sabes que en los viajes transatlánticos de Europa a América trato de no dormir
nada en absoluto (leo libros y artículos, veo películas) y en los de América a
Europa, como el de ayer a hoy, hago lo contrario: no ceno nada en el avión (lo
hago antes, en el aeropuerto o como ayer en el hotel de Cuernavaca) y duermo
tan pronto como establecemos velocidad de crucero. Tanto Javier como Maribel,
la otra “vecina” en el avión, me han felicitado por cómo he dormido lo máximo
posible, para evitar el jet lag.
Lo
único que he leído, en el aeropuerto más que en el avión, ha sido el especial
de Harvard Business Review On Talent (Sobre
el Talento), con artículos como Make your
company a Talent Factory (Haz de tu empresa una Fábrica de Talento), de
Douglas Ready y Jay A. Conger (originariamente, de junio de 2007); The Definitive Guide to Recruiting in Good
Times and Bad (La guía definitiva para reclutar en buenos y malos tiempos), de Claudio
Fernández-Araoz, Boris Groysberg y Nitin Nohria; How
to Keep Your Top Talent (Cómo mantener tu mejor talento), de Jean
Martin & Conrad Schmidt; Let's Hear
It for B Players (Escuchemos a los jugadores secundarios) de Thomas J.
DeLong & Vineeta Vijayaraghavan; Mentoring
Millennials (Mentorizando milenios), de Jeanne C. Meister & Karie
Willyerd y Winning the Race for Talent in
Emerging Markets, (Ganando la guerra del mercado en los mercados emergentes)
by Douglas A. Ready, Linda A. Hill, & Jay A. Conger.
Un
texto muy interesante. Sin embargo, aunque prometer tratar, sobre el Talento,
“cómo encontrarlo y cómo fidelizarlo”, habla de la captación y la selección
mucho más que del liderazgo respecto al talento (el liderazgo es el gran
fidelizador del talento; el/la líder-coach, la clave para desarrollar el
talento, que es lo que más atrae y fideliza al propio talento). Echo a faltar
respecto a la propuesta de HBR un enfoque más sistémico y menos compartimentalizado.
He
llegado a la una de la tarde, ha comido con mi hija Zoe y por la tarde he tenido la oportunidad de
ir a ver la película El Capital de
Costa-Gavras.
Me
gusta mucho el cine de este director griego (Atenas, 1933) recriado en París.
Creo que su cine es esencial para entender nuestra época: Z, Desaparecido, La caja de música, Arcadia. Un cine muy
comprometido, duro, que nos invita a reflexionar.
Basado
en la novela de Stéphane Osmont, El
Capital trata de un relevo sucesorio en la cúpula de uno de los mayores
bancos europeos, con sede en París. Jack Marmande, con un serio problema de
salud, es sustituido como CEO por el joven Marc Tourneil (Gad Elmaleh).
Economista por la Politécnica, soñaba con ser un profesor que ganara el Premio
Nobel. Sin embargo, se ha convertido en un tiburón de las finanzas. Como primer
ejecutivo del banco Phenix (el nombre se las trae), debe enfrentarse a sus
accionistas de EE UU, unos auténticos depredadores, representados por Ditmar
Regule (Gabriel Byrne); a rivales dentro de su propio equipo, como Raphaël Sieg
(Hyppolite Girardot), que pactan con el banco enemigo; a la estupidez de la directora de
comunicación, Claude, hija de su antecesor (Olga Grumberg); a analistas con
talento, como Maud Baron (Célline Sallette), que le desaconsejan que se haga
con un banco japonés que será su ruina; a su esposa Diane (Natacha Régnier),
que le aconseja para despedir a un tercio de la plantilla que utilice tácticas
maoístas como una evaluación de abajo a arriba; a la seducción de la top-model
Nassim (Liya Kebede)…
He
encontrado en la web de Perfil Económico
Mundial esta entrevista con Costa Gavras, que en su día publicó Página 12 :
En
diálogo con Página/12, el director explica por qué eligió hacer esta película
sobre un arribista que llega a ser la máxima autoridad de un importante banco
europeo, un hombre que juega a hundir a sus competidores, a despedir
trabajadores para que suban las acciones de la entidad y a desviar sus ingresos
a paraísos fiscales.
–¿Cómo nació El capital?
–En primer lugar, a causa
de la situación que está viviendo Europa ya desde hace varios años, con esta
crisis que se venía anunciando. Esa preocupación por el tema me llevó a leer
muchos materiales, entre ellos una novela titulada justamente El capital, escrita por Stéphane Osmont,
que resultó ser asesor financiero de algunas de las principales compañías de
Europa, pero que por razones de seguridad decidió escribir bajo seudónimo. Es
un caso similar a otro libro que también me sirvió de inspiración, titulado
Capitalismo total, también escrito por un banquero europeo, un “insider” que
conoce todos los mecanismos desde adentro. Y estas lecturas me llevaron a
pensar la posibilidad de hacer la película, describir ese mundo desde su
interior y asegurarme de que lo iba a hacer con conocimiento de causa.
–¿El título de la
película es una referencia a Marx?
–En principio, es el
mismo título de la novela de Osmont, que a su vez refiere evidentemente a la
obra más famosa de Karl Marx. En los dos casos, se habla de dinero y del
peligro de su acumulación. Por eso le terminamos pidiendo prestado también el
título de la película a Marx: es simple y claro, uno comprende inmediatamente
de qué se trata.
–En una escena
fundamental de la película, el protagonista, durante un almuerzo familiar,
tiene un enfrentamiento muy duro con su padre, antiguo militante socialista.
Allí se dice que finalmente “el internacionalismo ha triunfado”, porque ahora ya
no hay una producción nacional, las corporaciones y los bancos son
transnacionales...
–Es una ironía, porque el
primer internacionalismo colapsó completamente, como todos sabemos, y al
segundo tampoco le está yendo demasiado bien, tal como lo estamos experimentando
estos días. Por eso creo que es importante encontrar una tercera vía. Esa
discusión entre padre e hijo se da a partir de un juguete de marca europea pero
fabricado en Asia. ¿Eso es bueno? ¿Para quiénes? No tengo las respuestas, pero
me parece necesario formular las preguntas.
–A su vez, el
protagonista tiene la idea de deshacerse de sus rivales potenciales dentro del
banco apelando a estrategias de poder que lee en un libro sobre Mao, durante
una noche de insomnio. ¿Cómo llegó a esa idea?
–De la manera más simple,
porque en ambos casos se trata de retener el poder y los recursos para hacerlo
muy bien pueden ser los mismos. Me pareció interesante que el consejo directivo
de un banco funcione un poco de la misma manera en que lo hace el buró político
del Partido Comunista chino. En ambos hay intrigas palaciegas. La vieja guardia
de la que se libró Mao también estaba formada por burócratas como de los que se
quiere desprender mi protagonista, Marc Tourneille. Y no es una casualidad que
los chinos hayan sabido crear un nuevo capitalismo, el capitalismo comunista,
que en muchos aspectos funciona de manera más eficiente que el capitalismo
occidental. En principio es mucho más redituable, porque no hay reclamos
laborales de ningún tipo. Es el viejo sueño del capitalismo hecho realidad.
–Siendo usted griego de
nacimiento, ¿cómo ve la situación de su país?
–Es trágica,
completamente trágica. La dirigencia política griega, tanto de derecha como de
izquierda, tiene mucha responsabilidad, por supuesto, con lo que está pasando.
Pero no se está diciendo lo suficiente, o de manera lo suficientemente fuerte,
que países como Alemania, Francia y Gran Bretaña empujaron también a Grecia a
esta crisis. Fueron estos países los que estimularon el endeudamiento griego,
con el único objetivo de colocar sus productos y recibir las ganancias. Y no
cualquier producto. Alemania le vendió hace poco a Grecia dos submarinos de
guerra de última generación. ¿Para qué los necesita Grecia? Empujaron al país a
asumir estas deudas enormes y, por supuesto, ahora quieren cobrar ese dinero.
Pero antes de venderle estos productos a Grecia y antes de otorgarle esos
créditos gigantescos para poder llevar a cabo estas ventas debieron haberlo
pensado mejor. ¿Cómo se suponía que Grecia lo iba a pagar? Es un país pequeño,
que nunca fue rico. Entonces, las responsabilidades, creo, son compartidas, por
la dirigencia griega que aceptó este camino, pero también por las potencias
europeas que pensaron únicamente en sus beneficios. El problema es que quienes
están sufriendo las consecuencias –salvo algún ministro que puede ir preso por
corrupción– no son quienes se enriquecieron con estos negocios sino la gente de
la calle, la gente sin recursos, que está cada vez más pobre y desvalida. Hay
una obscenidad del poder que es indignante.
–Hablando de la
obscenidad del poder... ¿Pensó en el affaire Dominique Strauss-Kahn mientras
hacía la película? Su protagonista también tiene una ambición sexual
equivalente a su ambición de riqueza.
–No necesariamente. En
Francia, todos sabíamos que Strauss-Kahn se acostaba muy tarde (risas). Pero
eran rumores, no era algo que saliera publicado en la prensa. Era un personaje
muy influyente y muy seductor, en todo sentido. Pero para responder a su
pregunta, cuando se destapó el asunto de DSK en Nueva York nosotros ya habíamos
empezado a hacer la película. En todo caso, la coincidencia se da en el mundo
que retratamos.
–Hace unos años el
espectador común no hubiera entendido el vocabulario financiero de la película,
con el que ya está bastante familiarizado. ¿Piensa que ahora hay suficiente
información?
–Pero es que nadie sabe
realmente qué está pasando. Yo tampoco entiendo demasiado y la gente con la que
habla en los bancos me dicen que tampoco entienden. En un momento de la
película un personaje le pregunta a otro “¿Qué vendemos?” Y el otro no sabe qué
responderle. Esta falta de información y de interés por conocer las causas reales
detrás de la crisis está muy generalizada. Hace falta una visión global. Cada
uno se preocupa de su gente, de su banca y de su economía, pero hay que
globalizar la visión para entender por qué el sistema no funciona bien.
–En su película pareciera
haber una diferencia entre la manera de actuar de los bancos estadounidenses y
los europeos. ¿Es realmente así?
–En la crisis de las
hipotecas de alto riesgo que atravesó Estados Unidos hace poco el único banco
que no ejecutó las deudas fue un banco francés. Por eso dicen que en Europa hay
otra manera de ver las cosas, a la antigua, y que son más éticos que los bancos
americanos. Yo no creo del todo en que lo sean, por lo menos no todos ellos.
Hace poco, un joven ejecutivo de un banco francés perdió miles de millones de
euros con los fondos de inversión, como si jugara a la ruleta. Y esa cuenta
siempre alguien la termina pagando. No puede ser que un Estado democrático
salga a rescatar a esos bancos, cuando hay tanta gente que necesita ayuda y que
podría beneficiarse con una mejor inversión de ese dinero.
–Una curiosidad... ¿Por
qué eligió para su protagonista, un personaje tan siniestro, a un comediante
como Gad Elmaleh?
–Afuera casi nadie lo
conoce, pero en Francia es verdad que es uno de los comediantes más populares
del país, con películas muy taquilleras, como La fiesta de Coco. Lo elegí porque lo imaginé como mi protagonista
y porque entiendo que, cuando un actor de comedia se compromete con un papel
dramático, estoy seguro de que va a dar todo de sí mismo. El mismo Gad me
preguntó, antes de aceptar, por qué lo había elegido, y yo, como única
respuesta, le mandé el dvd de Desaparecido.
Cuando vio la interpretación de Jack Lemmon entendió mi punto de vista. Y
aceptó inmediatamente.
El Capital merece estar en la
videografía de Del Capitalismo al
Talentismo, junto a títulos como Margin
Call. Una película que no te debe pasar desapercibida.
Mi
agradecimiento a los intelectuales
comprometidos que, bien en publicaciones prestigiosas como HBR o en el séptimo
arte, nos abren los ojos sobre el Talento y el Capital.