El coaching, los políticos y la Clase Creativa


Tres días en el País Vasco, en Bilbao y San Sebastián, para trabajar el Desarrollo del Liderazgo con los coaches del Programa de la Universidad Comercial de Deusto (hoy) e impartiendo los talleres de Liderazgo Innovador. Clave de la eficiencia y la productividad, organizados por APD, en Bilbao y Donostia.
Almuerzo con el decano de la Comercial, Guillermo Dorronsoro, y con la vicedecana, mi buena amiga y coach Almudena Izaguirre. Vicepresidente ejecutivo de la alianza tecnológica IK4, Guillermo asumió el decanato el pasado mes de septiembre. Es Doctor Ingeniero Industrial por la Escuela Técnica Superior de Ingenieros Industriales y de Telecomunicaciones (ETSIIT) de Bilbao, Master en Ordenación del Territorio y Urbanismo por la Universidad de Valencia y miembro de la Fundación Altuna para Estudios Avanzados de Innovación. Ha sido profesor de la UPV-EHU y actualmente lo es en la Universidad de Deusto en Gestión de la Innovación en Empresas e Instituciones, Globalización y Sostenibilidad. También ha sido director académico de la primera edición del Master de Deusto Business School. Ha trabajado en consultoría tecnológica en Socintec/Indra, Accenture, Iberdrola, Naturgas, Grupo IDE e IK4. Ha sido presidente de la Fundación Vasca para el desarrollo de Tecnologías Energéticas (Enerlan), consejero de Pridesa, Kristina Internet Business Solution, Aesol y Cromion. Es además experto evaluador en programas de la Unión Europea y del Ministerio de Ciencia e Innovación, muy activo en redes sociales y fundador del blog 'Thoutght in Euskadi' centrado en la aportación de la ciencia y la tecnología al proceso de transformación económica y social.  El Dr. Dorronsoro representa la transformación que, como ha dicho el rector de la Universidad, Jaime Oráa, es el resultado del intento permanente de conseguir la excelencia. Un intento permanente que exige una actualización y una “reinvención” en este cambio de época.
He estado leyendo el artículo Elogio y desprecio de la clase política, de Daniel Inerarity. Como probablemente sepas, Inerarity (catedrático de Filosofía Política y Social, investigador Ikerbasque en la Universidad del País Vasco y profesor visitante en el Robert Schuman Centre for Advanced Studies del Instituto Europeo de Florencia) es uno de mis pensadores favoritos. En esta ocasión, parte de una premisa: “Nos recuerdan las encuestas que este es nuestro principal problema. La misma expresión “clase política” incluye un desafecto, alude a una distancia, a una falta de coincidencia entre sus intereses y los nuestros. No es nueva esta crítica; lo novedoso tal vez sea que, gracias al poder multiplicador de los medios y las redes, la crítica ha adquirido las dimensiones de un auténtico linchamiento. Además de las causas objetivas que justifican este malestar (que van desde la incompetencia hasta la corrupción), se ha producido una constelación desfavorable hacia la política por muy diversos motivos, a veces incluso contradictorios, como es frecuente en las coincidencias reunidas en torno a la indignación: unos están seducidos por el éxtasis de la democracia directa; otros tienen aspiraciones más modestas en torno a la reforma electoral; los hay que hacen un cálculo de rentabilidad y se preocupan porque tal vez los políticos sean demasiados y ganen en exceso; otros se frotan las manos porque una sociedad con un sistema político débil les beneficia…”. ¿Defensa? “Que los políticos y las políticas dejen mucho que desear es una evidencia en la que no merece la pena perder demasiado tiempo. Tampoco es algo que debería sorprender a quien conozca cómo funcionan otras profesiones, ninguna de las cuales se libra de un serio repaso, con mayor o menor dureza. Ocurre, sin embargo, que esos otros oficios también manifiestamente mejorables tienen la suerte de estar menos expuestos al escrutinio público. La pregunta que yo me hago es cómo pueden encontrarse todavía candidatos para una actividad tan vilipendiada, dura, competitiva, discontinua, escrutada y poco comprendida. Estoy convencido de que, en general, los políticos son mejores que la fama que tienen. Pero el problema, adelantando un poco mi posición, no es exactamente este. Si así fuera, sería más fácil de resolver con una simple sustitución. A lo que estamos aludiendo cuando tomamos nota de la desafección política es a la crítica hacia cualquiera que esté desempeñando esa tarea (“todos son iguales”, etcétera) y aquí el problema adquiere una naturaleza más grave.” Por ello, “conviene advertir que la actitud crítica hacia la política es una señal de madurez democrática y no la antesala de su agotamiento. Que todo el mundo se crea competente para juzgar a sus representantes, incluso cuando estos tienen que tomar decisiones de enorme complejidad, es algo que debería tranquilizarnos, aunque solo sea porque lo contrario sería más preocupante. Una sociedad no es democráticamente madura hasta que no deja de reverenciar a sus representantes y administra celosamente su confianza en ellos.” La noticia no es la honradez de muchos políticos, sino la corrupción de unos cuantos (y que ninguno de los más de 300 imputados esté en la cárcel, me permito añadir).
“¿Tiene sentido mantener al mismo tiempo ciertas críticas hacia nuestros representantes políticos y exhibir la inocencia de los representados? Hay una contradicción en pretender que nuestros representantes sean como nosotros y al mismo tiempo esperar de ellos cualidades de élite. Es imposible que unas élites tan incompetentes hayan surgido de una sociedad que, por lo visto, sabe perfectamente lo que debería hacerse”, se pregunta Inerarity. ¿Suprimir la clase política? “¿Quién la podría sustituir? ¿Quién mandaría en un espacio social sin formatear políticamente? ¿A quién beneficiaría un mundo así? La política es una actividad que se puede mejorar pero, sobre todo, algo inevitable.” El autor concluye: “¿Hay algo peor que la mala política? Si, su ausencia, la mentalidad antipolítica, con la que se desvanecerían los deseos de quienes no tienen otra esperanza que la política porque no son poderosos en otros ámbitos. En un mundo sin política nos ahorraríamos algunos sueldos y algunos espectáculos bochornosos, pero perderían la representación de sus intereses y sus aspiraciones de igualdad quienes no tienen otro medio de hacerse valer. ¿Que a pesar de la política no les va demasiado bien? Pensemos cuál sería su destino si ni siquiera pudieran contar con una articulación política de sus derechos.”
No creo que sea un debate entre clase política y populismo, sino que la clase política, si quiere dejar de ser una “institución suicida” (como comento en Del Capitalismo al Talentismo), debe convertirse en Clase Creativa. Decente, segura de sí misma, serena, con iniciativa, haciendo equipo, orientada de verdad al servicio público.

Mi gratitud a Almudena, María, Guillermo y los coaches de la Comercial. Ell@s (como mi querida y admirada Susana Rodríguez Vidarte, mi decana de honor) sí que son “Clase Creativa”.