Fin de semana de los
Óscar, en una gala (espero que ésta sí sea entretenida) en la que Lincoln y Argo parten como favoritas.
Tras unos días entre el
Programa de Coaching y Liderazgo de la Universidad de Barcelona y el Instituto
Gomá y el proyecto de Desarrollo del Liderazgo de Fundosa-Ceosa (y ayer por la
mañana en la ciudad condal, con dos grandes profesionales y excelentes
personas, Alfredo Díez de ADEN –la Escuela de Negocios más extendida de
Iberoamérica- y Mercè Faixes, Directora General de APD Zona Mediterránea,
preparando nuevos proyectos), en el AVE de Barcelona a Madrid de las 9 pm
estuve disfrutando de un magnífico artículo de mi buen amigo Ignacio García de
Leániz Caprile en El Mundo, No dejen de
ver Lincoln.
Iñaki comienza con
fuerza: “Hay
determinadas películas que, si se ignoran, queda uno como amputado humana y
espiritualmente. Y Lincoln es una de ellas, siendo un tratado político de altos
vuelos que deja muchas cosas en franca evidencia. Y más en estos tiempos crepusculares
que preludian un fin de régimen, como ha pronosticado Sebastian Schoepp en su
reciente columna del SüddeutscheZeitung dedicada a nosotros (Spanien: Diktatur
der Korruption, 24/01/13). Por eso mismo no creo que nuestras élites políticas
acudan a verla ya que nadie gusta de reflejarse como Dorian Gray en el espejo
de su decrepitud. No en vano Lincoln definió la genuina democracia como «el
gobierno de la gente, por la gente, y para la gente». Y de eso habla la
película. Señal de más para que nosotros, frustrados citoyens -gente irritada
en suma- vayamos a verla. Y es que ya sólo nos queda llevar la contraria para
ver si caen de una vez los muros de nuestra Jericó política.”
Una intuición muy
interesante del profesor García de Leániz: “Antes de adentrarnos
en la obra, un breve inciso: me parece que Lincoln
cierra con Argo y La noche más oscura una trilogía
política nada casual realizada por Hollywood en 2012, repleta de simbolismo
geopolítico e histórico. Los dos últimos títulos nos anuncian el definitivo
adiós americano al mundo islámico y el cierre del duelo, tremendo, del 11-S. La
sustitución del petróleo por la nueva fuente de energía que Estados Unidos ya
explota en su seno -el gas de esquisto- posibilita esta desconexión más que
estratégica. Adiós y vuelta a casa, lo que queda plasmado en el Jumbo que
despega de Teherán -Argo- y en la muerte de Bin Laden con que se cierra La
noche más oscura. Las sombras fordianas de Centauros del desierto y de El
hombre que mató a Liberty Valance están ahí en el trasfondo de ambas. Vivir,
decía sabiamente Azorín, es ver volver.” Sí, mi
querido amigo, el adiós definitivo de la futura exprimera potencia a una parte
del mundo –tras la primavera árabe- con la que nunca se ha sentido cómodo.
Hay más: “Y es justo en este
retorno de Estados Unidos a un hogar ya energéticamente autosuficiente donde
Lincoln nos indica un camino a seguir desde la memoria colectiva americana para
no caer en los peligros del ensimismamiento ni en la división interna que
ensombrece hoy como ayer el futuro estadounidense. Además de rehabilitar el
sentido profundo de la actividad pública en una democracia real. Porque, y esa
es la tesis del film, la política para Abraham Lincoln tiene dos quicios
fundamentales: la consideración del Otro (en este caso la negritud) y la Unidad
como fundamento del bien común (en este caso la Unión frente a la
Confederación). Tal es el New Deal que el decimosexto presidente ofrece a la
joven democracia americana en los años de la Guerra de Secesión, separada de
norte a sur y del Partido Republicano al Demócrata por la esclavitud.
El poder político
tiene, pues, por decirlo en términos de Aristóteles, un fin que lo trasciende.
Y un fin que es de naturaleza ética: el «bien común», cuya noción hace mucho
que hemos perdido en nuestro país. Ética y política están, así profundamente
entreveradas. En este sentido, sólo en éste que no es poco, la película es,
como su protagonista, profundamente aristotélica.
Por eso el espectador
asiste a una sucesión de problemas morales formidables a los que Lincoln ha de
enfrentarse en el ejercicio de su poder presidencial acrecentado por las
prerrogativas del estado de guerra. Y enfrentarse a tales tesituras es ya de
entrada aceptar el hecho moral. No piense el lector que el problema es sólo el
de la esclavitud. También los medios para que prospere la Decimotercera
Enmienda. Sin olvidar la conveniencia moral (o no) de retrasar la rendición
sudista. O el problema apenas insinuado de cómo tratar la locura de su mujer y
la desdicha matrimonial. O aquel otro de enviar a su hijo primogénito al
frente. O si indultar de la horca a un joven desertor de 16 años. Por no mentar
la aparente minucia de que el mantenimiento de una desvencijada Casa Blanca
sufra la inquisición presupuestaria de la Cámara de Representantes. Quién lo
diría hoy a la vista de nuestras contabilidades.”
Vale para Lincoln, para
Obama, y por supuesto para nosotr@s aquí y ahora. “Gobernar no es para
Lincoln, a diferencia de nuestra gobernanza, una gestión de placeres. Ni mucho
menos. Más bien lo contrario: es ir de incomodidad a incomodidad moral,
precisamente porque uno pretende fines moralmente relevantes. Gobernar es, como
le parecía a Carlos V, desazonarse. Frente al principio del placer tan
extendido entre nosotros, vemos en la pantalla una ascética personal contraria
a la erótica general imperante. Pero ese esfuerzo virtuoso de la voluntad
política resulta profundamente agotador. Hacia el final de la película, el
general Grant espeta a su presidente: «En un año veo que ha envejecido como
10». Y éste asiente con voz premonitoria: «Siento ya mucha fatiga en mis
huesos». Adviértase para entender algunas cosas nuestras que mientas Lincoln
ejercía un liderazgo tal, teníamos nosotros a este lado del Atlántico a una
figura como Isabel II.
Pero si Lincoln resulta
aristotélica en sus fines, al mismo tiempo encarna la Modernidad en tanto que
la acción política es incoadora de nuevos universos. Para nuestro estadista
gobernar es a su vez transformar y por lo tanto el gobernante es un
fabricatormundi generador de escenarios nuevos como lo es aquella América
abolicionista en la que ya es posible un conviverecivile antes impensable. Así
Lincoln se adelanta a la profunda intuición del personaje de Robert Musil, muy
siglo XX: «Si existe el sentido de la realidad, debe existir también el sentido
de la posibilidad». Y habrá entonces que conceder en la política tanta
importancia a lo que es como a lo que no es, pero puede llegar a ser. Y aquí
entra en juego la facultad kantiana de la imaginación, de la que la película es
perfecto ejemplo. De ahí que podamos describir como «clasicismo ilustrado» la
síntesis genial de la persona y obra de nuestro protagonista.”
IGL concluye con un
último apunte: “Hay países que tienen vocación por lo más noble que se ha dado en ellos.
Son, como la patria de Lincoln, países que aspiran a la luz en medio de sus
contradicciones. Y otros, el nuestro a la cabeza, que mantienen una extraña
querencia por lo más sórdido e incivil de sus aconteceres, como si fueran sólo
tierras de penumbra, que no lo son. Y de ahí proviene tal vez la extraña
melancolía que en España nos produce esta película: haber tenido personajes
históricos de la benevolencia del estadista americano pero que yacen en el
sepulcro del silencio resentido. Así nos va.
«He now belongs to the
ages»: «Ya pertenece a la eternidad». Con estas palabras, el secretario de
Guerra Statson certificó la muerte del presidente al amanecer del 15 de abril
de 1865. Ello supone que nosotros, hombres postreros de otro tiempo y lugar,
podemos apropiarnos sin cargo alguno de su enorme figura. No creo que sea mal
patronazgo para propiciar entre nosotros «el gobierno de la gente, por la
gente, y para la gente». Nótese que hablaba de gente, no de gentuza. Y para
emprender un proyecto así de sugestivo como perentorio, un consejo: no dejen de
verla.
Siguiendo los consejos
del sabio profesor de RR HH de la Universidad de Alcalá de Henares, no solo la
hemos visto, sino que te invitamos al Cine Fórum de APD con esta cinta. El
lunes 25, en Vigo, en los cines del Centro Comercial Gran Vía (Milladoiro, 2),
presentado por Santiago Sesto (director de APD Noroeste) con debate posterior
con Marcelino Otero López (presidente del Círculo de Empresarios de Galicia),
Eduardo García Erquiaga (director de la Escuela de Negocios NovaCaixaGalicia) y
Pancho Rey Tristán (gerente de comunicación y relaciones institucionales de
ENCE para el Norte de España), moderado por un servidor.
Y el martes 26, Cine
Fórum Empresarial con la misma película en A Coruña, en Marineda City, con
Santiago Sesto, Santiago Vázquez (R), Eduardo García Erquiaga y Andrés Alonso
Sesisdedos (gerente de Boreal). El mismo día, la misma peli en Madrid, en
Kinépolis, presentado por Enrique Sánchez de León (DG de APD), Rosa García
(Presidenta de Siemens), José María Cervera (DG de Makro) e Ignacio
González-Posada (Director de Desarrollo de Negocio de Air Miles), moderado por
un servidor.
“La película es un
tratado político de altos vuelos que deja muchas cosas en evidencia en estos
tiempos crepusculares” (García de Leániz). ¿Te la vas a perder?
Mi agradecimiento a
APD, a los ponentes y a todos los asistentes.