Tres veces El Gran Gatsby


Apenas pude quedarme al inicio de la comida organizada por los alumnos del Programa Superior de Coaching en Zaragoza. Tenía el AVE a las 15,45 horas, para volver a Madrid. Mi agradecimiento a ell@s, y a sus parejas, con quienes no pueden estar los viernes por la tarde y el sábado por la mañana. Bien saben que la inversión merece la pena. En concreto, este fin de semana me siento especialmente satisfecho del empuje de un Coaching de Equipo (convertir un equipo de personas en un equipo de alto desempeño) bien hecho. Es una lástima que la mayor parte de los llamados equipos empresariales y deportivos no lo sean; sean, por improvsación, pseudo-equipos que no generan sinergias sino anti-sinergias (menores resultados que cada uno por separado). Quien algo quiere, algo le cuesta.
Estuve leyendo El gran Gatsby, considerada una de las mejores novelas de EE UU, ahora de moda por la nueva versión cinematográfica. Es la historia de Jay Gatsby, un caballero que vive en el West Egg, prototipo de los felices 20, un tiempo de felicidad entre la I Guerra Mundial (en la que, según el relato, sirvió Gatsby como teniente y en la que participó Fitzgerald realmente, pues abandonó Princeton en 1917 para tomar las armas) y la II. El retrato de uno de los “jóvenes tristes”, que organizaban fiestas con mucha frecuencia y se aburrían soberanamente.
Tiene mucha fuerza el comienzo de la novela: “Cuando era más joven y más vulnerable, mi padre me dio un consejo en el que no he dejado de pensar desde entonces. “Siempre que tengas deseos de criticar a alguien”, me dijo, “recuerda que no a todo el mundo se le han dado tantas facilidades como a ti”. Un consejo que sirve para todo Occidente.
Nikk Carraway, el que cuenta la historia, aprendió de su padre a “tender a ni juzgar a nadie”; el único límite de esa tolerancia era precisamente Gatsby, “que representaba todo aquello que desprecio sinceramente”. Gatsby tenía “una de las raras sonrisas con inagotable capacidad para tranquilizar que sólo se encuentran cuatro o cinco veces en toda una vida”. Un tipo duro, joven y elegante que compró una mansión para tener a Daisy, su primer y único amor, al otro lado de la bahía. Que quería ser más rico que Dios para recuperarla. Por otro lado, Daisy estaba casada con Tom Buchanan, que la trataba como una reina. Sin embargo, sigue fascinada con Gatsby. “Todos nos imaginamos poseedores, al menos, de una de las virtudes cardinales; en mi caso, creo ser una de las pocas personas honradas que conozco”. “A diferencia de Gatsby y de Buchanan, yo carecía de una mujer cuyo rostro incorpóreo flotase a lo largo de las oscuras cornisas y de los cegadores anuncios luminosos”.
En el canal Paramount, a las 23.45 h, pude ver El gran Gatsby en la versión de Robert Redford y Mia Farrow (1974). Un film un tanto anodino, pero con un Redford pleno de estilo. He leído en Cinemanía que esta versión era una promesa de altar de Robert Evans, el jefe de la Paramount, a su esposa Ali McGraw (Love Story). Tan tantear a Warren Beatty y Robert Redford, fue Coppola el director y Redford el protagonista. En esto, Ali McGraw se había ido con Steve McQueen, Faye Dunaway renunció y la sustituyó Mia Farrow, embarazada de tres meses. “Redford se pasaba horas escuchando las noticias. Estaba más preocupado por el Watergate que por la película”. “Escribir el guión de ‘El Gran Gatsby’ sólo me sirvió para dar de comer a mi familia una temporada” (Francis Ford Coppola). La peli funcionó bien económicamente (aunque no tanto como prometía) y ganó dos Óscars (dirección artística y banda sonora). Nicholson, Dunaway, Evans y Robert Towne (que se negó a adaptar esa obra maestra) ganaron estatuillas ese mismo año con Chinatown. Así se escribe la historia.
Y aunque la crítica la ha puesto fatal, he ido esta mañana a ver El gran Gatsby dirigida por Baz Luhman. No me gusta demasiado el cine de este australiano nacido en Nueva Gales del Sur en 1962. Moulin Rouge, para mí la mejor que ha hecho hasta la fecha, es una colección de videoclips sin argumento. Su Romeo y Julieta es muy sosa. Australia, cansina hasta la extenuación.
Como esperaba poco, no he salido nada insatisfecho. El lirismo decadente de Buzman, tan de los años 20, tan causante del crack del 29, puede parecernos similar a la “exuberancia irracional” previa a nuestra crisis actual.

“Gatsby representa el sueño americano, reinventarte para ser alguien importante” (Leonardo di Caprio). Amén.