Las competencias sin valores son como el sexo sin Amor


Me gusta mucho esa frase, que acuñó en su día mi buen amigo el gran Richard Boyatzis (uno de los referentes en el liderazgo y en la gestión de competencias), y con la que titulaba algunas de sus conferencias (recuerdo haberle escuchado en un Congreso de Linkage en Londres, hace algunos años, con este sugerente título).
Efectivamente, hace 40 años que David McClelland, el padre de la motivación, creó el concepto (y lo publicó en su artículo de American Psychology, “Midiendo las competencias y no la inteligencia”, en enero de 1973). Desde entonces, ha evolucionado (a quienes trabajamos en el desarrollo del talento nos habría gustado que realmente las competencias se hubieran convertido en el estándar generalizado, en el lenguaje del talento que realmente es). Sin embargo, la advertencia de Richard es más actual que nunca: si las competencias, las cualidades de las personas más competentes para el desempeño de su labor en un contexto dado (para una organización, con una determinada cultura, con un clima laboral, grado de compensación y de compensación definidos) no están ligadas a los valores vividos en la organización, es algo falso, como el sexo sin amor. Un disfrute pasajero sin fundamento.
Valiente la comparación de Boyatzis. El Amor mueve el sol y las estrellas, decía Dante en La divina comedia, y lo que le podemos desear a las personas que queremos (en su cumpleaños o en cualquier circunstancia destacada de su vida) es que amen y sean amadas. Sabemos científicamente que las parejas con estabilidad emocional, que disfrutan de sus vidas, comparten la intimidad propia de quienes se aman (es decir, el sexo), por supuesto, pero no funciona en el otro sentido. El amor sin sexo no es realmente amor, es la convivencia de personas agradables que se comportan con un cariño fraternal.  Y el sexo sin amor es un mal sucedáneo de la auténtica felicidad. Como dice el abuelo protagonista (interpretado por Tom Hanks) en la frase final de El atlas de las nubes, de su pareja (Halle Berry): “Eres lo mejor que me ha sucedido en la vida”. Eso nada ni nadie lo puede cambiar.
Volviendo a la dirección de organizaciones, debemos tomarnos muy en serio los valores (los valores vividos, más allá de los valores enunciados) para, a partir de ellos, obtener los comportamientos asociados  a cada valor. Valores, virtudes, emociones… Una parte de gestión de recursos humanos ha utilizado de forma exclusivamente intelectual la gestión por competencias, y por ello, en los momentos difíciles, se han sentido perdidos respecto a lo que había que hacer. Cuando los valores son claros, el camino está despejado. Competencias con valores, a partir de valores, porque de la dignidad humana, de la dignidad compartida, surge la sostenibilidad.
Mi agradecimiento, mi felicitación y mi admiración a quienes ponen el Amor, las emociones puras, en el centro de su vida, y a las organizaciones que atraen, fidelizan y desarrollan personas competentes porque cumplen de manera cotidiana con los valores compartidos.