Anoche llegué a Madrid a eso de las diez de
la noche, procedente de Asturias, plenamente satisfecho con el inicio del
Programa Experto de Coaching Estratégico en el Principado, y esta mañana he
partido hacia La Coruña con Myrna y Nelson, a pasar el fin de semana en
Galicia.
Me ha parecido excelente el suplemento de El
País (Babelia) dedicado a Verdi. Maestro
de la vida.
En él, el director musical Ricardo Mutti
(titular de la Sinfónica de Chicago, director honorario de ópera de Roma y
autor del libro Verdi, el italiano)
reconoce a Don Giuseppe como “el músico de la vida y, desde luego, el músico de
su vida”. Antonio Muñoz Molina nos recomienda La novela de la ópera de Franz Werfel, que narra un (imaginario)
encuentro entre Verdi y Wagner en Venecia en los días de carnaval de 1883 (el
alemán sí estuvo allí, y allí murió ese año). Verdi llevaba diez años sin
componer nada “y es muy probable, como imaginaba Werfel, que viviera atrapado
en esa gloria paradójica del viejo maestro que se va volviendo un poco más
irrelevante por cada nuevo honor que se acumula sobre él”. “En oficios tan
inseguros como los de las artes, la egolatría puede venir segregada por el
instinto de supervivencia”. Verdi nació y creció en la pobreza, por lo que pudo
estar “marcado por un complejo de inferioridad social, los primeros fracasos no
lo abatieron, pero el éxito no llegó a darle seguridad en sí mismo”. Por ello,
“es posible que los elogios más entusiastas le parecieran inmerecidos o infundados
y que en las críticas que más le dolían sospechara un fondo de razón”. Por el
contrario, “Wagner tenía una seguridad insolente en sí mismo, fortalecida y
exaltada por la particular devoción que personas así despiertan en círculos muy
entregados de fieles”. Verdi y/o Wagner, talento y/o egolatría. ¿No son dos
fabulosos iconos de la Europa del sur y la del norte en estos momentos
actuales? A los 69 años, Wagner concluye Parsifal;
Verdi la escucha, arroja al fuego su Rey
Lear… y “no sabe que un estallido tardío y jovial de talento, y que esa
música a la que le tuvo tanto miedo le ayudará a encontrar la libertad
espléndida de sus dos últimas óperas”. Espléndida esperanza, también para
nosotr@s.
Luis Gago trata a Verdi como Un hombre de acción. “Italia necesitaba
héroes, modelos, para nacer y crecer como nación, y Verdi tenía todos los
requisitos para ejercer de icono”. Calixto Beito, director de escena, narra
cómo se ha enfrentado a las distintas óperas de Verdi. Gerard Mortimer,
consejero artístico del Teatro Real, escribe sobre el Compositor comprometido: antiburgués, anticlerical, políticamente
incorrecto, de cuyas obras se ha apropiado la clase media. El venezolano
Gustavo Dudamel lo considera “un genio eterno para los jóvenes”, porque “la
hondura de sus emociones abarca todos los estados de ánimo de la vida”. Javier
Pérez Senz repasa los grandes personajes de las óperas de Verdi, Paolo
Pinamonti la representación de Aida en
la Arena de Verona (un servidor ha tenido la fortuna de estar allí, hace unos
25 años) y el musicógrafo José Luis Télelz recuerda el viaje de Verdi a España
(enero-marzo de 1863). Pablo Rodríguez (profesor de Historia de la Ópera de la
Universidad de La Rioja) detalla los hitos discográficos que no conviene
perderse (las mejores versiones de Nabucco,
Macbeth, Rigoletto, Il Trovatore, La Traviata, Aída, Otello, Falstaff, el Réquiem y el Cuarteto de Cuerda.
Manuel Rodríguez Rivero considera en Buscando a Verdi desesperadamente que la
música del italiano “buscaba consolar al hombre más que transformarlo (como
deseaba Wagner, que se consideraba profeta de un tiempo nuevo)”. Me he apuntado
para leer, además de la mencionada obra de Franz Werfel (1890-1945), Verdi, la intensa vida de un genio, de
Ángeles Caso y el reciente ensayo de Peter Conrad Verdi and/or Wagner. Two men, two worlds, two centuries.
Y otros dos grandes artículos en Babelia:
Marcos Ordóñez repasa la relación entre Shakespeare (bueno, como sabes, para un
servidor ese mítico nombre es una “academia” en torno a Francis Bacon, como
conté en William Shakespeare y el
desarrollo del liderazgo) y otro volcán creativo como Verdi (el inglés, 38
obras; el italiano, 27 óperas). Como referencia, Verdi’s Shakespeare: Men of theatre (2012) de Garry Wills. Y el
filósofo José Luis Pardo con Más allá del
lamento y la amenaza. En un mundo absolutista de poder bárbaro (la
arbitrariedad del poderoso), en las obras de Verdi hay lamentaciones (el coro
de esclavos de Nabucco, la patria perdida del ‘Va pensiero’), burlas (en
Falstaff, quien ríe el último ríe mejor) y la búsqueda de la justicia y la
equidad. Mi gratitud a todos los que han puesto de su parte en tan magnífico
suplemento que conmemora el 200º aniversario del nacimiento de Verdi.
Hemos ido Myrna y Nelson, Mar y Enrique y un
servidor hasta Finisterre, hasta el fin del mundo, y hemos almorzado en Tira do Cordel. Impresionantes navajas,
vieiras, sargo, etc. Y de vuelta, la música (626 canciones) de Mar Delgado en
el coche, desde Nilsson y Simon & Garfunkel hasta Mocedades, Juanes,
Jeanette o Rocío Jurado. De lo más variado. Gracias a los cuatro, que sois
personas excepcionales.