No busques trabajo. 10 mitos sobre emprender que el Talentismo ha desmontado


IV Master para Emprendedores que organiza el Instituto Pensamiento Positivo y en el que he tenido el honor y el placer de participar desde la primera edición. Un éxito en toda regla, de convocatoria, de satisfacción de los participantes, de generación de “tribu” (la tribu de Pensamiento Positivo). He tenido ocasión de impartir “Talentismo para Emprendedores/as”. Mi agradecimiento a Sergio Fernández, a Fabián González y tod@s l@s emprendedores/as que integran este Master.
Tras la presentación de Fabián, que le agradezco, y la exposición de expectativas de l@s participantes, han leído juntos el artículo No busques trabajo, de Risto Mejide (publicado en El Periódico el pasado 19 de mayo) que da título y causa a su nuevo libro:
No busques trabajo. Así te lo digo. No gastes ni tu tiempo ni tu dinero, de verdad que no vale la pena. Tal como está el patio, con uno de cada dos jóvenes y casi uno de cada tres adultos en edad de dejar de trabajar, lo de buscar trabajo ya es una patraña, un cachondeo, una mentira y una estúpida forma de justificar la ineptitud de nuestros políticos, la bajada de pantalones eurocomunitaria y lo poco que les importas a los que realmente mandan, que por si aún no lo habías notado, son los que hablan en alemán.
No busques trabajo. Te lo digo en serio. Si tienes más de 30 años, has sido dado por perdido. Aunque te llames Diego Martínez Santos y seas el mejor físico de partículas de Europa. Da igual. Aquí eres un pringao demasiado caro de mantener. Dónde vas pidiendo nada. Si ahí afuera tengo a 20 mucho más jóvenes que no me pedirán más que una oportunidad, eufemismo de trabajar gratis. Anda, apártate que me tapas el sol.
Y si tienes menos de 30 años, tú sí puedes fardar de algo. Por fin la generación de tu país duplica al resto de la Unión Europea en algo, aunque ese algo sea la tasa de desempleo. Eh, pero no te preocupes, que como dijo el maestro, los récords están ahí para ser batidos. Tú sigue esperando que los políticos te echen un cable, pon a prueba tu paciencia mariana y vas a ver qué bien te va.
Por eso me atrevo a darte un consejo que no me has pedido: tengas la edad que tengas, no busques trabajo. Buscar no es ni de lejos el verbo adecuado. Porque lo único que te arriesgas es a no encontrar. Y a frustrarte. Y a desesperarte. Y a creerte que es por tu culpa. Y a volverte a hundir.
No utilices el verbo buscar.
Utiliza el verbo crear. Utiliza el verbo reinventar. Utiliza el verbo fabricar. Utiliza el verbo reciclar. Son más difíciles, sí, pero lo mismo ocurre con todo lo que se hace real. Que se complica.
Da igual que te vistas de autónomo, de empresario o de empleado. Por si aún no lo has notado, ha llegado el momento de las empresas de uno. Tú eres tu director general, tu presidente, tu director de marketing y tu recepcionista. La única empresa de la que no te podrán despedir jamás. Y tu departamento de I+D (eso que tienes sobre los hombros) hace tiempo que tiene sobre la mesa el encargo más difícil de todos los tiempos desde que el hombre es hombre: diseñar tu propia vida.
Suena jodido. Porque lo es. Pero corrígeme si la alternativa te está pagando las facturas.
Trabajo no es un buen sustantivo tampoco. Porque es mentira que no exista. Trabajo hay. Lo que pasa es que ahora se reparte entre menos gente, que en muchos casos se ve obligada a hacer más de lo que humanamente puede. Lo llaman productividad. Otra patraña, tan manipulable como todos los índices. Pero en fin.
Mejor búscate entre tus habilidades. Mejor busca qué sabes hacer. Qué se te da bien. Todos tenemos alguna habilidad que nos hace especiales. Alguna singularidad. Alguna rareza. Lo difícil no es tenerla, lo difícil es encontrarla, identificarla a tiempo. Y entre esas rarezas, pregúntate cuáles podrían estar recompensadas. Si no es aquí, fuera. Si no es en tu sector, en cualquier otro. Por cierto, qué es un sector hoy en día.
No busques trabajo. Mejor busca un mercado. O dicho de otra forma, una necesidad insatisfecha en un grupo de gente dispuesta a gastar, sea en la moneda que sea. Aprende a hablar en su idioma. Y no me refiero sólo a la lengua vehicular, que también.
No busques trabajo. Mejor busca a un ingenuo, o primer cliente. Reduce sus miedos, ofrécele una prueba gratis, sin compromiso, y prométele que le devolverás el dinero si no queda satisfecho. Y por el camino, gánate su confianza, convéncele de que te necesita aunque él todavía no se haya dado cuenta. No pares hasta obtener un . Vendrá acompañado de algún pero, tú tranquilo que los peros siempre caducan y acaban cayéndose por el camino.
Y a continuación, déjate la piel por que quede encantado de haberte conocido. No escatimes esfuerzos, convierte su felicidad en tu obsesión. Hazle creer que eres imprescindible. En realidad nada ni nadie lo es, pero todos pagamos cada día por productos y servicios que nos han convencido de lo contrario.
Por último, no busques trabajo. Busca una vida de la que no quieras retirarte jamás. Y un día día en el que nunca dejes de aprender. Intenta no venderte y estarás mucho más cerca de que alguien te compre de vez en cuando. Ah, y olvídate de la estabilidad, eso es cosa del siglo pasado. Intenta gastar menos de lo que tienes. Y sobre todo y ante todo, jamás te hipoteques, piensa que si alquilas no estarás tirando el dinero, sino comprando tu libertad.
Hasta aquí la mejor ayuda que se me ocurre, lo más útil que te puedo decir, te llames David Belzunce, Enzo Vizcaíno, Sislena Caparrosa o Julio Mejide. Ya, ya sé que tampoco te he solucionado nada. Aunque si esperabas soluciones y que encima esas soluciones viniesen de mí, tu problema es aún mayor de lo que me pensaba.
No busques trabajo. Sólo así, quizás, algún día, el trabajo te encuentre a ti.”
Emprender es, en buena medida, una tarea mal definida. Hay numerosos mitos alrededor del emprendimiento/emprendizaje/emprendiduría (en otra entrada de este blog, hace tiempo, traté de precisar estos términos) que me parece que el Talentismo, esta nueva era en la que el Talento es más escaso –y, por tanto, más valioso- que el Capital, ha logrado desmontar:
- Emprender no va de trabajar por cuenta propia (ser autónom@, “agente libre” como lo ha llamado el gran Daniel Pink) o por cuenta ajena. Esto nos ha llevado a un callejón sin salida, y por ello algún autor como Guilford Pinchot nos habla de “intra-emprendedores” (¿el resto son/somos “extra-emprendedores”?). Emprender significa “sentirse pres@”: de una idea, de un proyecto, de un ideal.
- Para emprender no es necesaria una “idea genial”. La mayor parte de las ideas que funcionan no parten de una innovación rompedora que le cambia la vida a l@s ciudadan@s. Las organizaciones ganadoras lo son porque cuentan con clientes satisfechos que repiten, renuevan la cartera de productos y recomiendan a l@s demás. La clave está en superar sus expectativas a través del capital organizativo (procesos eficientes e innovadores) y del capital humano (talento individual y colectivo).
- Emprender no va de sentirse ansios@, ni mucho menos de aburrirse (si lo que hacemos no es divertido, no vamos a mostrar nuestro auténtico talento). Lo nuclear para emprender es un proyecto ilusionante que provoque fluir, esto es, elevar las propias capacidades a la altura de ese reto. Los “business plans” están muy bien (sobre todo, para saber qué hacer cuando no se cumplen), pero sobre todo es importante mostrar un proyecto (de empresa, de vida) por el que merezca, y mucho, luchar y dejarse la piel.
- Emprender con éxito no es posible si un@ va de “llanero solitario” por la vida. Se ha mitificado el héroe (esa figura individualista) durante el capitalismo, y sin embargo la unidad esencial del liderazgo (un servidor cree que la unidad mínima) es el tándem, y la clave para emprender con presente y futuro, contar al menos con un quinteto de talento.
- El Talento emprendedor no es fijo (en realidad, ningún talento lo es). Debe ser talento de superación. Lo que define a l@s mejores emprendedoras/es, a l@s de verdad, es su capacidad de experimentar, de probar, de analizar los errores para aprender de ellos y para mejorar adecuadamente. Por eso el éxito, si alimenta la complacencia, es la semilla del fracaso.
- Lo más motivador para quienes emprenden no es “ganarse la vida”, conseguir una retribución adecuada (y mucho menos forrarse). Lo que moviliza a la mayor parte de las personas que emprenden es la libertad, la capacidad de ser dueñ@s de su propio destino, de lograr lo que se proponen, de superar obstáculos y alcanzar sus metas. Como decía Lope de Vega respecto al Amor, “quien lo probó, lo sabe”.
- Para emprender lo principal no es la financiación, sino la vocación. El talento emprendedor parte de una chispa, de una llama, que es la voluntad, la pasión, “el elemento” (Ken Robinson). Emprender es para quienes deciden liderar su propia vida, sea cual sea el precio personal a pagar por ello.
- Emprender no es para pesimistas, para cenizos, sino para optimistas inteligentes y responsables. El optimismo, tal como lo analiza y lo mide Martin Seligman, es un estilo explicativo de la realidad respecto al pasado, al presente y al futuro.
- Un/a emprendedor/a sin coach sería como un deportista (de élite) autodidacta. Sin un proceso de acompañamiento adecuado, el proyecto emprendedor no podrá cambiar a un ritmo igual o superior al de su entorno, y por tanto perecerá irremisiblemente.
- Contrariamente a lo que dice el refrán, “ni el buen paño en el arca se vende”. Si no sabes/quieres/puedes relacionarte, olvídate de emprender. Ahora bien, siguiendo a Daniel Pink (Vender es humano), vender es relacionarse adecuadamente con otras personas y ofrecerles honestamente algo de valor para ellos.
Emprender es para un@s poc@s (probablemente un 20%, siguiendo la regla de Pareto). Quienes lo deseen, ¡bienvenid@s a bordo!
Por lo demás, el libro No busques trabajo de Risto Mejide, en colaboración con Juan Carlos Moreno, me parece el mejor que Risto ha publicado hasta la fecha. Detalla 50 excusas para no “autoemplearse” (da igual como autónomo, por cuenta propia o ajena)… y las va desmontando concienzudamente. Cuando eres emprendedor/a, ganas dignidad, libertad y tiempo. Risto cita a mi buen amigo Isidro de Pablo, catedrático de la UAM, cuando señala que el secreto es “tener serenidad y tranquilidad. Seguir un método. Y saber valorar el riesgo, incluyendo el riesgo a trabajar. La vacuna contra el fracaso es la profesionalización del proceso de emprender. El emprendedor es un gestor de riesgos. Hay que tener un optimismo moderado (inteligente, me permito calificar) y eso se consigue con la preparación”.  Y le agradezco que cite a un servidor en este párrafo: “Juan Carlos Cubeiro, uno de los mayores expertos en liderazgo y gestión de equipo de nuestro país, coincide conmigo. Para Cubeiro, impulsor de la empresa de consultoría IDEO, “hay que huir como de la peste de la búsqueda de subvenciones, y sobre todo no fiarlo todo a ese dinero que en ocasiones llega incluso después de que la empresa ha fallecido. Es mejor buscar clientes financieros. El cliente que adelante el dinero para la puesta en marcha del negocio es la mejor solución”. Incluso va más allá y pide eliminar las subvenciones de partidos políticos, sindicatos y asociaciones empresariales, que deberían financiarse solo con las cuotas de los afiliados”. Sí, en eso creo.
Mi frase favorita de Risto en el libro es: “el concepto perenne se h quedado caduco”. Y de toda la obra, me quedo con el agradecimiento de Risto a su mujer, Ruth Jiménez: “la arquitecta de todas mis emociones y el pilar de mis razones”. Gracias, Risto, por ayudar a la empleabilidad de nuestr@s compatriotas.
Como se dice en Frozen, la película de Disney que he visto esta tarde con Zoe, “el Amor es anteponer las necesidades del otro a las tuyas propias”, porque “solo un acto de amor verdadero puede descongelar un corazón helado”.