Miércoles en Madrid, disfrutando de la
preparación de propuestas Premium (del más alto valor añadido) en el Centro de
Excelencia de Right Management que tengo el honor de liderar. Mi agradecimiento
a mis compañer@s de la Dirección Comercial y del Centro de Excelencia, grandes
profesionales y personas de una pieza.
El pasado domingo inicié la colección
‘Descubrir la Filosofía’, que aúna el máximo rigor académico (la colección está
dirigida por el Dr. Manuel Cruz, catedrático de Filosofía de la UB, premio
Anagrama 2005 (‘Las malas pasadas del pasado’), Espasa de Ensayo 2010 (‘Amo,
luego existo’) y Jovellanos de Ensayo 2012 (‘Adiós, historia, adiós) de la
manera más amena y accesible. 30 volúmenes que comienzan, ¡cómo no!, con Platón.
‘La verdad está en otra parte’, de E. A. Del Maschio. En 130 páginas
disfrutamos del contexto (su relación con el maestro Sócrates y con su
discípulo Aristóteles), de su teoría de las formas (“el mito de la caverna”),
incluyendo el anamnesis y el “amor platónico”, de la filosofía política (‘La
República’) y la inmortalidad del alma. “No se debe honrar más a un hombre que
a la verdad” (‘La República’, 595c). Platón
está de moda; en realidad, como siempre, o tal vez más que nunca.
En la web del Foro Económico Mundial de Davos
(patrocinado por ManpowerGroup) he estado leyendo una entrada del pasado día 22
de enero, ‘Lo que Platón nos cuenta sobre los juicios morales’, de la filósofa Rebecca
Newberger Goldstein. Es la siguiente:
“Recientemente escribí un libro que
desempolvaba la anciana figura de Platón y le hacía participar en diálogos
contemporáneos sobre cuestiones que él trató y nos siguen ocupando.
Primero le llevé a “Googleplex”, la sede
central de Google en Mountain View, California. No solo debatió con un
ingeniero de software sobre si los temas éticos se pueden responder a través
del crowdfunding, sino que se compró un Chromebook. A mi Platón le encanta la
idea de “la nube” (tan abstracta, tan platónica) y su incesante “googleo” le
hizo asumir los avances técnicos y científicos que hemos alcanzado desde la
última vez que nos habló.
Sin embargo, son los avances en la moral los
que más le han sorprendido. Las preocupaciones morales siempre estuvieron en el
centro de su pensamiento. Para él, la “descripción del puesto” de un filósofo
incluye las responsabilidades de un reformador moral. Y muchas de las “verdades
morales” que hoy tomamos por dadas jamás se le ocurrieron.
Por ejemplo, Platón nunca se cuestionó la
esclavitud.
En ‘La República’ señalaba que los griegos
nunca debía hacer esclavos a otros griegos, pero no extendió la manumisión a
los bárbaros (llamados así porque su lengua, para los helenos, sonaba “bar,
bar, bar”). Platón, como el resto de los antiguos griegos (incluyendo su
brillante alumno Aristóteles), nunca se cuestionó la institución de la
esclavitud, la abominable noción de que un ser humano fuera propiedad de otro.
Ni la presunción de que las vidas de los griegos valieran más que las de los
no-griegos.”
La antigua Grecia, obviamente, fue una época esclavista, misógina (la
mujer no tenía participación real en la sociedad), brutal (especialmente con
l@s niñ@s), racista y violenta (que quemaba a los herejes). “El propio Platón
creía que avanzamos en el progreso moral gracias a la facultad de la razón.
Muchos de los mejores filósofos, de Baruch Spinoza a Immanuel Kant, de John
Rawls a Peter Singer, han opinado lo mismo. El progreso moral es un proceso
intelectual, que procede a travás de argumentos razonados”. Esta visión, según
Rebecca, “eleva a los filósofos a VIP (Very Important People)”. Sin embargo, no
se trata de la razón en exclusiva. “Hay emociones morales, particularmente la
empatía, que pueden lograr lo que la razón por sí sola no consigue”. Porque
“cuanto más sentimos, mejor actuamos moralmente”. La empatía es esencial en el
proceso evolutivo de la naturaleza humana.
¿Y cómo se explica la xenofobia (“una vida desagradable, brutal y corta”,
en expresión de Hobbes)? “La xenofobia, como la empatía, puede explicarse desde
factores culturales. La xenofobia, como la empatía, se experimenta como una
emoción moral. Nuestras feroces lealtades al propio grupo a expensas de los
“extraños” se intensifican cuando los extranjeros son genéticamente distantes”.
Tanto la empatía como la xenofobia son emociones morales (de apertura, de
protección). Jonathan Haidt (‘La mente virtuosa’) ha demostrado, en nuestro
tiempo, que no tenemos alternativa que abrazar este relativismo (la
asertividad).
Platón también es “moderno” en su perspectiva de “no-predestinación”: Los
genes no son los maestros de nuestro destino. En ese sentido, es un avanzado
del libre albedrío.
Lo dicho, Platón está de moda. A un cliente, una multinacional industrial
líder en su sector, le hemos propuesto Lego Serious Play. La ilusión parte de
lo lúdico. Citando al gran filósofo de Atenas, “Puedes aprender más de una
persona con una hora de juego que con toda una vida de conversación”.