Valores y desarrollo económico. El economista Luis Garicano escribe
que, pese a que cierta prensa europea llama a los griegos corruptos y poco
ahorradores, los helenos (y los españoles) son tan honestos como los daneses o
los finlandeses. ¿Weber (ética protestante) o Marx (superestructura)? Gramsci
(héroe intelectual de Podemos) extendió el análisis marxista: quien tiene el
poder determina las creencias de la sociedad (la hegemonía) para perpetuarse en
él. Garicano cita a Acemoglu y Robinson, por supuesto. Pero también a Luigi
Zingales (Chicago) y sus compatriotas Luigi Guiso y Paola Sapienza se apoyan en
la Encuesta Mundial de Valores: los protestantes son quienes más confían en los
demás; luego, judíos y católicos; los que menos, musulmanes e hindúes. En
Italia, hay más confianza en el norte que en el sur. David Rand (Yale) ha
“creado” valores en el laboratorio (2013-2015). La no confianza es un “comportamiento
de equilibrio”: si piensas que los demás están en las instituciones para robar,
tenderás a hacerlo (“no voy a ser el tonto”) y la desconfianza se refuerza. Hay
esperanza, a través del cambio de instituciones (para que el delito se
castigue) y de la educación: educar a los ciudadanos en los valores
democráticos.
En La Contra de El País, Juan Cruz entrevista a mi amiga Isabel
Aguilera, una de las grandes ejecutivas europeas: “Hoy la mujer se consolida
como el mayor mercado emergente del mundo”. “Creo más en la influencia que en
el poder. Y tenemos una gran influencia porque educamos mayoritariamente a los
hijos, les damos ejemplo y les inculcamos valores… En esta sociedad tecnológica
todo cambia, pero los valores permanecen y se inculcan en la familia”.
La lingüista Violeta Demonte (Paraná, 1944), catedrática emérita de
Lengua Española e investigadora del CSIC, considera que “la tendencia social al
grito denota no tener más éxito que el insulto”. “Las humanidades tienden a
hacerse a los tiempos que cambian”.
En La Vanguardia, Jordi Barranco comenta el libro ‘La sociedad frente
a las grandes corporaciones’, de Henry Mintzberg. Desde hace 40 años, uno de
los más críticos con el management. “La filosofía del método del caso es que
simulas una práctica de management sobre la base de leer un estudio de 20
páginas”. Cuando cayó el Muro en 1989, lo que triunfó no fue el capitalismo
sino las grandes corporaciones. Para que una sociedad esté equilibrada, los
tres sectores (público, privado, plural o sociedad civil) deben ser fuertes.
“Cuando una economía de libre empresa se convierte en una sociedad de empresas
libres los ciudadanos dejan de ser libres”. Mintzberg nos propone recuperar el
concepto de bien común. Nuestro enemigo es el individualismo, “el interés propio
fatalmente entendido”.
En el mismo diario, Jordi Goula trata el papel de los séniors (mayores
de 50 años). En España superamos en más de 6 millones a los menores de 25. Hay
que repensar su aportación. “La experiencia del senior se debe aplicar a transmitir
la cultura y los valores de la empresa a los jóvenes”. Reconstructores del
compromiso, en opinión de Pau Juste (UPF). “El cerebro es plástico y está
preparado para cualquier situación que le permita sobrevivir” (Anna Fornés,
Fundació Factor Humá).
He estado leyendo ‘Españópoly. Cómo hacerse con el poder en la empresa
(o, al menos, entenderlo)’ de la periodista Eva Belmonte. Un ministro indulta a
su propio hermano (16 de octubre de 1998). Un colegio en el que han estudiado
las élites (políticos del PP y el PSOE, empresarios, banqueros). Exministros
que pasan a dirigir empresas privadas. Sangre azul. El Estado subvencionando
medios de comunicación. Partidos políticos que obtienen 43’2 M de simpatizantes
y 316 M € de aportaciones públicas. Un gasto en defensa que es superior que en
educación y sanidad juntos. Lobbies no regulados. La división de poderes,
pasada de moda. Mi gratitud a Eva y a su Fundación, la Fundación Ciudadana
Civio.