En el centenario de la más bella


Agosto nos ha regalado un último sábado de pleno sol. Los anteriores han sido maravillosos: el primero, en Innsbruck; el segundo, volviendo de Viena y Bratislava y el tercero, ya en España, disfrutando de temperaturas más moderadas. Hoy, desayuno con Zoe y amigos, comida familiar, tarde de descanso y cine.
Hoy se cumplen 100 años del nacimiento de Ingrid Bergman nacida en Estocolmo y fallecida, también un 29 de agosto, de 1982 en Chelsea. La segunda actriz con más Óscar (3), tras Katherine Hepburn (4) e igualada con Meryl Streep. Hija de un fotógrafo sueco y de madre huérfana, quedó huérfana de madre a los 2 años y de padre a los 12 años, con lo que tuvo que irse a vivir con su tío, que no quería que fuera actriz (aún así, ella estudió en la mejor institución del país, durante tres años) y solo le dejó hacer una prueba. Fue definitiva.

El pasado miércoles, Elvira Lindo publicaba un precioso artículo sobre la que llamaba ‘La más bella’: http://elpais.com/elpais/2015/08/25/estilo/1440520139_154078.html “Ingrid Bergman tenía el aspecto de alguien que disfruta de su oficio, de la comida y del amor”.
“Tengo en mis manos un álbum familiar. La vida en fotos de una de las mujeres más bellas del siglo XX. Una historia que comienza en Estocolmo, con la imagen de un bebé en 1915, y termina con el primer plano de una anciana de 67 años en Londres. Es Ingrid Bergman: desde que la fotografiara su padre en el próspero estudio que tenía en Suecia, donde posaba con fantasiosos disfraces; pasando por su estreno como actriz en Suecia; gozando de la condición de estrella en Hollywood y más tarde, viviendo su destierro italiano por haber desafiado la moral de la industria, al unirse, estando casada, a Roberto Rossellini.
Al cabo de los años, después de que los medios de cotilleo americanos se empeñaran en definir la vida de la actriz en Italia como desgraciada, cuando no lo fue, Ingrid volvió a Los Ángeles para recibir un Oscar, y como escribe Liv Ullman en el prólogo de este libro: salió al escenario, recibió su premio con el público puesto en pie, pero no se inclinó ante ellos. A Life in Pictures, 385 fotos ordenadas por su hija Isabella, muestran la vida de una mujer dueña de su destino. Mucho se escribe en estos días sobre esas actrices que, llegadas a la edad en que la industria deja de quererlas (o que las cataloga como unfuckable), se ven forzadas a intervenir su cara, aunque más que volver a la juventud sólo consigan parecerse a otras mujeres maduras operadas. 
Pero la rebeldía de Ingrid no se mostró solamente en los años de madurez. Cuando llegó a Hollywood los estudios proyectaron convertirla en una belleza asumible por los supuestos gustos del público. No se dejó. Su piel era luminosa; su cuerpo, real; tenía el aspecto de alguien que disfruta de su oficio, de la comida y del amor. Poseía un aire saludable de muchacha de campo, era grande y carnal. Sólo una base de maquillaje aplacaba unos mofletes demasiado ardientes. Su ejemplo para muchas mujeres no debiera ser cómo consiguió envejecer con dignidad, sino su determinación para atravesar los años asumiendo el atractivo que confiere cada etapa de la vida.”
Según el America Film Institute, Ingrid Bergman es la 4ª actriz leyenda de la pantalla (tras Katherine Hepburn, Bette Davis y Audrey Hepburn). En 50 años, 48 películas (entre ellas, ‘Casablanca’, ‘Por quién doblan las campanas’, ‘Luz que agoniza’, ‘Juana de Arco’, ‘Stromboli’, ‘Anastasia’ o ‘Asesinato en el Orient Express’), 11 obras de teatro, 7 en televisión. Trabajaba en sueco, alemán, inglés, italiano y francés y actuó en Suecia, Alemania, EE UU, Canadá, Inglaterra, Italia, Francia, España e Israel.

En 1948, la Bergman envió al director italiano Roberto Rossellini una de las cartas más famosas de la historia del séptimo arte: “Querido Sr. Rossellini: He visto sus cintas Roma, ciudad abierta y Paisá y las he disfrutado mucho. Si usted necesita una actriz sueca que habla muy bien inglés, que no ha olvidado su alemán, que no entiende mucho de francés y que en italiano sólo puede decir ti amo, estoy lista para viajar y hacer un filme con usted. Ingrid Bergman". La actriz ya tenía un Óscar, había protagonizado ‘Casablanca’ y había rodado con Cary Grant (romance incluido) ‘Recuerda’ de Hitchcock, con diseños de Dalí. Estaba casada con un dentista que la había acompañado a Hollywood y tenía una hija. La respuesta de Rossellini fue: “Acabo de recibir con gran emoción su carta que, por coincidir con mi cumpleaños, se ha convertido en el regalo más precioso. Ciertamente he soñado en rodar una película con usted y desde este momento me esforzaré en que sea posible. Le escribo una larga carta comunicándole mis ideas. Con mi admiración acepte, por favor, mi gratitud y mis cordiales saludos”. El film fue ‘Stromboli’, en el que estaba previsto que actuara Anna Magnani (amante de D. Roberto hasta la fecha). La conoció en Nueva York (el director recogía un premio) y posteriormente declaró: “Cuando estuve frente a ella, me pareció más hermosa de lo que había imaginado, la mujer más hermosa que había visto en mi vida. Sin maquillaje. Era más guapa al natural que en la pantalla. Resplandecía. La cámara jamás podría captar ese resplandor”. Cuando empezó el rodaje en las islas Eolias, ya había romance. La peli fue un fracaso y las cartas que les llegaron fueron atroces (solo Hemingway les apoyó). Nació el pequeño Roberto y una semana más tarde el Sr. Rossellini se divorció. En la primavera de 1950 ambos se casaron en México. El matrimonio duró siete años: un total de seis películas y tres hijos. La actriz que, según Hitchcock, “solo quería rodar obras maestras” (con él rodó tres cintas y fue una de sus primeras rubias), estaba harta de tanto fracaso comercial. Se casó por tercera vez, con un empresario teatral de origen sueco. Hollywood la recibió como a una hija pródiga, otorgándole dos estatuillas más en 1957 y 1974 (todavía sería candidata en 1982, séptima nominación, por ‘Sonata de otoño’).
Como curiosidades, ganó un Emmy póstumo haciendo de Golda Meir (fue a Israel a documentarse); como era más alta que Bogart, en las escenas juntos en ‘Casablanca’ él estaba sobre un taburete y protagonizó con Cary Grant en ‘Encadenados’ uno de los besos más largos de la historia del cine.
De ella es la famosa frase: “El secreto de la felicidad es tener buena salud y mala memoria”. Animaba a entrenar la intuición, a no arrepentirse de nada y definió mejor que nadie lo que es un beso (“un beso es un delicioso truco diseñado por la naturaleza para dejar de hablar cuando las palabras se vuelven superfluas”) y lo que significa envejecer (“es como subir a una montaña: vas perdiendo el aliento pero la vista es mucho mejor”).

Mi pequeño homenaje a la actriz más bella ha sido volver a ver ‘Casablanca’ (una de mis películas favoritas, junto con ‘Laura’ y ‘El hombre tranquilo’). Siempre nos quedará París. Y una deliciosa entrevista de 12 minutos que le hicieron en 1973, a los 58 años. www.youtube.com/watch?v=OIE4KGFLGQE ¡Qué señora! ¡Qué personalidad!