Ayer
fuimos a la sesión de las 14,30 del Café Cineville (Prinsengracht 452) a ver
‘Steve Jobs’. Dirigida por Danny Boyle, con guión Aaron Sorkin. El mago Sorkin (‘La
red social’, ‘El ala oeste de la Casa Blanca’, ‘The Newroom’, ‘Algunos hombres
buenos’, ‘Moneyball’) toma la aburridísima biografía de Jobs por Walter
Isaacson y la convierte en una serie de deliciosos diálogos del cofundador de
Apple (interpretado de forma solvente por Michael Fassbinder) con su
colaboradora Joanna Hofmann (Kate Winslet), el CEO John Sculley (Jeff Daniels),
su colega Wozniak (Seth Rogen) y su hija Lisa Brennan. Se trata de una obra en
tres actos (1984, 1988 y 1998) rodada en 16mm, 35 mm y digital como muestra del
avance de la tecnología.
Cuando Jobs trata de convencer a
Sculley para que dirija Apple, él entonces CEO de Pepsi le dice: “Tal vez
estemos hablando del mayor movimiento tectónico que desafíe el status quo
desde” y Steve Jobs responde: “Desde siempre”. En la primera escena, la madre
de la hija de Jobs le dice: “Tus acciones de Apple valen 441 M $ y tu hija y yo
estamos en la indigencia”. Wozniak le dice: “Pronto veremos si de verdad eres
Leonardo o solo te lo crees”. Y en otra escena, le responde Woz: “No hay que
elegir entre la decencia y la riqueza”. La junta le echa a Jobs con las
palabras de Sculley: “Eres insubordinado. Haces sentir miserable a la gente. La
junta de accionistas cree que ya no eres necesario para esta compañía”. En otro
momento, Jobs declara: “Empecé en un garaje e inventé el futuro”. “Lo que haces
no es lo mejor de ti cuando eres padre. La paternidad debe ser lo mejor de ti”,
le reprende Joanna. “Los dos mayores eventos del siglo XX son los aliados en la
guerra… y éste” (presentación del iMac en 1998).
Me he traido a este viaje el número de diciembre
de la Harvard Business Review. En portada, ‘El lado más blando de la
negociación’. Más atractivo es el de Clayton Christensen, que hace 20 años
acuñó el término “innovación disruptiva”.
El profesor Christensen creó el concepto en 1995,
en un libro ya clásico, ‘El dilema del Innovador’. Desde entonces, se ha
convertido en uno de los más utilizados (sobre-explotados) del management. Pero
“no es oro todo lo que reluce”. Clayton nos recuerda que lo realmente
disruptivo es un proceso en el que una empresa pequeña retumba los cimientos de
una industria. Son los clientes quienes compran en tromba el nuevo producto o
servicio.
Uber, por ejemplo, ¿es innovación disruptiva?
Esta compañía de transporte creada en 2009 se ha establecido en 60 países, en
múltiples ciudades, y ha conocido un éxito colosal. Su valor de mercado es de
50.000 M $. Ha transformado el negocio de los taxis en EEUU… sin embargo, no es
disruptivo. No ha partido de un segmento marginal de clientes para adueñarse de
la mayoría, sino que se inició con el principal. ¿Y eso importa? Según
Christensen, sí, porque la disrupción es un proceso, generado por un modelo de
negocio diferente, que a veces triunfa y en ocasiones no. El mantra “sé
disruptivo o alguien lo será contigo” da lugar a engaños. Cuidado, porque como
nos enseña el autor, todavía tenemos mucho que aprender sobre la innovación
disruptiva.
Me ha interesado también la investigación de
Devon Proudfoot y sus colegas Aaron Kay y Christy Koval (Universidad de Duke)
sobre por qué incluso las mujeres creen que los hombres son más creativos.
Porque la autonomía, independencia y pensamiento divergente se consideran “más
de chicos”. Todo un reto. Cambian las condiciones, cambia la productividad.
Sobre la retribución, un estudio de PayScale
(71.000 empleados) demuestra que el 35% de los profesionales con sueldos por
encima de mercado se consideran mal pagados. Y un 60% de ellos está buscando
fuera. El 64% de los profesionales con salarios en mercado se consideran
infravalorados. Moraleja: paga bien y explícalo.
Tres expertos alemanes (Kilian Moser, Andranik
Tumasjan e Isabel Welpe) han analizado que atrae al talento hacia las
start-ups. A los profesionales “hedonistas” les gusta la localización, por
ejemplo, “los auto-dirigidos” se sienten atraídos por la autonomía y la
innovación; quienes prefieren la seguridad, porque la empresa sea sólida.
Diferentes personalidades, distintos imanes.
Y tres ideas más: ‘Encuentra la innovación donde
menos la esperas (Tony MacCaffrey y Jim Pearson, de Innovation Accelerator):
Evita la “fijación funcional” y cambia la perspectiva de lo que haces; ‘Saber
cuándo toca reinventarse’ (Mark Bertolini de Aetna y David Duncan y Andrew
Waldeck de Innosight): atención a las “líneas preventivas” de necesidades del
cliente, rendimiento, posición de mercado, modelo de negocio y talento… antes
de que sea demasiado tarde; entrevista de Daniel McGinn a Katie Couric (Today
Show de la NBC): tras 25 años entrevistando a líderes, tiene muy claro que la
autenticidad es la cualidad más importante.
En el famoso discurso de Stanford, Steve Jobs nos
enseñaba que todo tiene sentido en retrospectiva. “No puedes conectar los
puntos mirando hacia delante; solo podrás hacerlo mirando hacia atrás. Así que
debes confiar en que esos puntos se conectarán de alguna forma en el futuro”. Nada
es casual; sin embargo, ignoramos la conexión a priori. Solo podemos entenderla
a posteriori.
El gurú del marketing Gay Kawasaki, que trabajó
en Apple de 1983 a 1987 como “evangelista en jefe” de Macintosh y
posteriormente de 1995 a 1997 de nuevo en la compañía de la manzana (y a quien
se le menciona en la película por un artículo suyo en Computerworld en el que
vaticina el regreso de Jobs) explica 12 lecciones que aprendió de Steve:
-
Los
expertos no sirven para nada.
-
Los
clientes no te van a decir lo que necesitan.
-
Los
mayores retos merecen la pena.
-
El
diseño es esencial.
-
Utiliza
grandes gráficos y una gran fuente.
-
Salta
la curva (no lo hagas un 10% mejor sino 10 veces mejor).
-
Cambiar
de opinión es un gran signo de inteligencia.
-
El
Valor se diferencia (claramente) del precio.
-
Los
mejores profesionales contratan a los mejores.
-
Si
eres el CEO, haz tú la presentación.
-
Los
verdaderos emprendedores llevan la nave.
-
Algunas
cosas primero hay que creerlas para luego verlas (Si no lo creo, no lo veo).
Gracias a Guy Kawasaki, a Aaron Sorkin y a Danny
Boyle por enseñarnos tanto de este genio (por otro lado, jefe tan tóxico) que
fue el difunto Steve Jobs. Y a Clayton Christensen por refrescarnos la “innovación
disruptiva”.