Por qué a los CEOs no les preocupa el Talento... y cómo remediarlo

Esta mañana hemos tenido en Barcelona un IPT (Interacción Potenciadora de Talento) sobre el Liderazgo en estos nuevos tiempos post-crisis, híperVUCA (más inciertos que nunca), en los que la respuesta debe ser la Visión, la Unión, el Compromiso y la Agilidad.
A los primeros ejecutivos (sean Presidentes, CEOs -Consejeros Delegados- o Directores Generales) en general no les preocupan las causas, sino los efectos. En realidad, que la empresa sea rentable (que gane dinero, para contentar en lo posible a los inversores y accionistas) y que sea sostenible (que se mantenga en el tiempo). Para lograr esas metas, cuenta con un equipo: el/la profesional que se ocupa de las cuentas, de las finanzas, de la administración (el/la Directora/a Financier@), quien se ocupa de las ventas (Dirección Comercial) y del posicionamiento (Dirección de Marketing), de los bienes y servicios (Director de Producción o de Operaciones)… y del talento (el/la DRH que debe irse convirtiendo, para ser valios@, en un/a Chief Learning Officer).
La empresa, tal como la conocemos, corre serio riesgo de extinción (de los 75 años de “esperanza de vida” de las organizaciones en la década de los 40 hemos pasado a 15, y en España a 12 años). Y todo, por la supervivencia del organismo vivo más adaptable al entorno (selección natural), cuya tasa de cambio es igual o mayor al del mismo (Ley de Revans). Como consecuencia, las cinco grandes preocupaciones del CEO son la productividad, la innovación, la eficiencia, la pérdida de talento y la atractividad.
La productividad es la capacidad de una empresa de producir en relación al número de profesionales con los que cuenta. La palanca de la productividad es, precisamente, el propio talento. Las personas más valiosas, que aportan mayor valor, son mucho más productivas que la media (en los años 90, entre un 40% y un 120% más productivas, según Hunter y Schmidt; en la actualidad, segunda década del siglo XXI, entre un 400% y un 500%). La clave está en atraer, desarrollar y comprometer el talento, lo que llamamos el ciclo estratégico del talento.
La innovación, como decía Steve Jobs, distingue a los líderes de los seguidores. Y se consigue, curiosamente, a través de la felicidad (las personas felices son el triple de creativas). Hemos de pasar, ya sabes, de Jefes a GeFes (Generadores de Felicidad).
La eficiencia (la utilización de los menores recursos posibles) depende en mayor medida que ninguna otra variable del orgullo de pertenencia. ¿Cómo se fomenta el sano orgullo? Desde lo que Silvia Damiano llama las 3 E (en inglés): Enjoy (Disfrute), Emotional Connection (Conexión Emocional) y Empowerment (Apoderamiento, Delegación, Autonomía).
La fidelización del talento, para que no se nos vayan l@s mejores, depende en un 70% del verdadero liderazgo (“trasladar la visión a la realidad, según Warren Bennis). El desarrollo del liderazgo, a todos los niveles de la empresa, no se improvisa.
Y la atractividad (el Employer Branding) depende de una Propuesta de Valor al Talento que incluye lo que una empresa tiene (ciclo estratégico del talento), lo que una empresa es (Human Age Company) y de su reputación (no sólo serlo, sino parecerlo).
Las empresas con “jefes de personal” arcaicos, que confunden el reclutamiento y la selección clásicos con la atracción de talento, la automatización con la tecnología como trampolín de talento, la formación (imprescindible) con el desarrollo integral, el cumplimiento con el compromiso, las salidas (más o menos pactadas) con la desvinculación elegante, están abocadas a desaparecer pronto, muy pronto. Las organizaciones que se toman en serio su talento individual y colectivo son inequívocamente más productivas, innovadoras, eficientes, estables y atractivas.

Empresas con gente joven (independientemente de la edad, porque “un@ es joven mientras sus sueños superen a sus añoranzas”) y con talento (poner en valor lo que sabemos, queremos y podemos hacer). “Si eres joven y con talento, es como si tuvieras alas” (Murakami).