Continúa el veroño (temperatura estival a
mediados de octubre) que anima a disfrutar del sol al aire libre. Me sigue
enganchando Sense8, con personajes muy interesantes de distintos rincones del
planeta y valiosas reflexiones sobre la humanidad en el Talentismo. Anoche
disfruté del monólogo de Jerry Seinfield (también en Netflix) en el mismo local
neoyorkino donde empezó en 1976. La clave, como demuestra en el documental,
está en los contenidos.
Ayer el Dr. Bernard Beitman (psiquiatra,
profesor de la Universidad de Virginia) publicó en la web de ‘Psychology Today’
su artículo “Las emociones llevan a la sincronicidad”. Tenemos que complementar
las explicaciones cognitivas sobre las coincidencias con la emoción.
Aunque el concepto existe al menos desde los
vedas en la India, el término fue acuñado por Jung en 1952 como “la
simultaneidad de dos sucesos vinculados por el sentido pero de manera no causal”.
Lo diferenciaba de “sincronismo”, la mera coincidencia de dos sucesos. “La
acausalidad es esperable cuando parece impensable la causalidad”. La
acausalidad es la conexión transversa del sentido.
Jung recogió la tradición de la filosofía
oriental (Lao Tse), Filón de Alejandría (el ser humano como microcosmos),
Teofrasto (lo suprasensorial), Aritóteles, Plotino (almas individuales
procedentes de una única alma universal), Agrippa de Nettesheim (“todo está
lleno de dioses”), Paracelso, Kepler, Lebniz, Kant y Schopenhauer. “Somos como
islas en el mar, separadas en la superficie y conectadas en la profundidad”
(William James, padre de la psicología).
Los experimentos de Joseph Banks Rhine con
cartas y dados demuestran que la sincronicidad no depende del espacio ni del
tiempo. El factor emocional (basado en los arquetipos jungianos) resulta
significativo.
Escucha atenta, observación. Cuanto más
atent@s estemos a nuestro entorno, más sincronicidades surgirán.
Bernard Beitman cita a Michael Jawer, que
lleva 20 años analizando el cuerpomente. Jawer ha estudiado las emociones en
humanos y animales, considera que las emociones son lo que mejor explica las
supuestas coincidencias. La fluidez emocional es como el agua. Las emociones se
pueden estancar, canalizar, correr, agitar, fluir. La sincronicidad es más
probable entre personas con alta emocionalidad entre ellas y que están
profundamente conectadas.
Basándose en las obras de Michael Fox,
sugiere que todos formamos parte de una “Empatosfera”, como parte de la
Psicosfera, la atmósfera mental. “Intercambiamos energía-información con la Psicosfera,
que incluye contactos potenciales con aquellos que amamos”.
Para que una coincidencia sea sincrónica,
debe “tocarnos el corazón” (Laurence Browne, Las muchas caras de las
coincidencias, agosto de 2017). Es lo que Jung llamaba “conocimiento absoluto”.
“Con tantos bares, en tantas ciudades del
mundo, y ella tenía que entrar justo en el mío” (frase mítica de la película ‘Casablanca’).
El tema de hoy es de Chopin, el preludio a
por Ethan Stoller (en el inicio del episodio 9 de Sense8, la boda de la hermana
de Nomi): www.youtube.com/watch?v=XwOhMCgd_b0
En mi caso, siempre asociado a Zander.
“Mai soli”, nunca solos.
Etiquetas: Emociones, Jung, Sincronicidad, Talento