Mañana estupenda, con mi amigo Luis
Castellanos (autor de ‘La Ciencia del Lenguaje Positivo’, que ya ha llegado a
la sexta edición en apenas un año), que me ha regalado su nueva obra. ‘Educar
en lenguaje positivo’, con mi amiga Cristina Soria, “la coach de la
televisión”, una gran profesional cuyos cuatro libros anteriores han sido
best-sellers y prepara su nueva obra. Y con una de las expertas en Executive
Search de referencia en nuestro país (fuimos compañeros en HayGroup hace más de
20 años), que se está reinventando desde la Transformación Digital. Mi gratitud
a vosotr@s tres. Sois grandes profesionales y aún mejores personas.
He estado leyendo un libro que esperaba
impaciente: de la colección de National Geographic, ‘La conciencia. La más
enigmática de las funciones cerebrales’, de José María Valderas, biólogo,
filósofo y fundador de la revista ‘Mente y Cerebro’.
Como sabes, prefiero distinguir “conciencia”
(ética) de “consciencia”, el umbral que distingue “el piso de abajo” (la
inteligencia generadora) del “piso de arriba” (la inteligencia ejecutiva).
En la introducción, el autor comenta que el
estudio y la interpretación de la mente se la reservaron los filósofos hasta
que la ciencia se lo ha arrebatado (con las nuevas tecnologías). “Siempre se ha
creído que la principal ventaja de la consciencia era la capacidad de analizar
el entorno y planificar cómo adaptarse a él”, pero cada vez es más importante
la hipótesis de que su mayor contribución es “la de potenciar nuestra empatía
y, por tanto, nuestra capacidad de cooperar”. El lenguaje (“el más humano de
los comportamientos sociales”) puede deberse a la consciencia. La consciencia
“sólo se puede describir en primera persona” (lo que siento). Este carácter
subjetivo casa mal con el carácter objetivo de la ciencia. Proyectos como BRAIN
(EE UU) y Human Brain Project (Unión Europea) tratan de avanzar en la
cartografía del cerebro. Las actuales teorías integran consciencia e información
(propiedad integrativa, que es la esencia misma de la consciencia) o se basan
en el esquema de atención (deducción, representación mental). Todas las teorías
coinciden en el papel de la corteza cerebral: mayor flexibilidad de la
conducta, capacidad de autocontrol, resolución de problemas, capacidad
consciente más desarrollada.
1. Retos de una ciencia de la consciencia.
En 2006, la medición Por RMf (Resonancia Magnética funcional) de la actividad neural de una mujer de 24 años en
estado vegetativo demostró que era consciente de sí misma y de su entorno. Hay
dos tipos de consciencia: fenoménica (procesamiento de estímulos externos,
experiencias mentales básicas: qualia) y de acceso (pensamiento sobre qué hacer
con los datos). “Existen teorías globales sobre la consciencia altamente
prometedoras”. Hay expertos que piensan que en menos de 100 años se construirán
robots “que puedan experimentar el color rojo, oler la fragancia de una rosa,
sentir dolor y enamorarse”. La primera exposición científica sobre el cerebro y
la consciencia se debe a Hipócrates (creía que la mente se creaba en el
cerebro, a diferencia de Aristóteles, que pensaba que estaba en el corazón).
Los médicos de Alejandro Magno llamaron “pneuma” (spiritus, en latín) a un
líquido intangible e invisible (Galeno hizo suya la teoría). Dualismo
cartesiano: res extensa y res cogitans (en la glándula pineal). Giovanni
Borelli (contemporáneo de Descartes), Luigi Galvani, Thomas Willis, John Locke,
frenología (Franz Joseph Gall y Johan Christoph Spurzheim): la configuración de
la corteza y el carácter de los individuos se refleja en la forma del cráneo.
La neurociencia entra con Camillo Golgi y Santiago Ramón y Cajal. Inteligencia
artificial: Una máquina puede considerarse inteligente si puede mantener una larga
conversación con una persona (test de Turing). DARPA (Agencia de Investigación
de Proyectos Avanzados de Defensa), que ha impulsado internet o los drones,
lleva el programa Synapse para desarrollar ordenadores según los principios de
la acción cerebral (chips “neuromórficos”, redes neuronales). La neurociencia
tomó el relevo en 1974 (“¿Cómo es ser un murciélago?”, de Thomas Nagel). El
cerebro no se parece a una bomba (como el corazón) ni a un filtro (como los
riñones). Francis Crick (codescubridor de la estructura del ADN) y Cristoph
Koch han buscado la sede de la consciencia. Roger Penrose aboga por una
explicación cuántica. En los inicios del siglo XXI, se ha tratado de entender
la relación causa (cerebro) a efecto (consciencia).
2. La evolución de la consciencia. Es el motor de la evolución humana. Sin
embargo, otras especies tienen consciencia (el cerebro de las hormigas es el
15% de su cuerpo; las abejas comunican a través de la danza). El cociente de
encefalización ha pasado del 0’2-0’4 en los dinosaurios al 1 en los gatos y 1’2
en los perros; es del 1’53 en los gorilas, 1’77 en los orangutanes, 2 en los
elefantes, 2’34 en los chimpancés, 4’26-4’95 en los delfines y 7 en los
humanos. Para saber si los animales tienen consciencia se ha recurrido al “test
del espejo” (Gordon Gallup, años 70): la urraca, los perros, las urracas lo
aprueban. El hipocampo (sede de la memoria) del elefante es el 0’7% del
cerebro; en el humano, 0’5%; en los delfines 0’05-0’1%. La mayoría de los
animales nacen con el 90% de su cerebro adulto; en los humanos es el 28%, en
los elefantes el 35%, en los delfines el 42’5% y en los chimpancés el 54%. La
capacidad visual de los delfines es el 10% de la de los humanos; la auditiva
multiplica por cuatro. El lenguaje (sistema de comunicación) de los cetáceos es
muy rico. La ausencia de habla en el resto de primates es porque no disponen de
la circuitería cerebral requerida para el control fino motor, el aprendizaje
vocal y otros atributos necesarios. Desde el Sahelanthropus y el Australopitecus,
hacia 7 M de años, al homo sapiens, la capacidad craneal se ha triplicado (de
500 cc a 1.500 cc). “La especie humana apareció merced a una combinación de
cambio ambiental, fortuna genética y casualidad geológica”. La especie humana
que emerge en África hace 200.000 años disfruta de una mayor corteza de
asociación, un cerebro con 86.000 M de neuronas y un córtex con 1014 conexiones
sinápticas. Un cerebro dinámico, que se autoorganiza mediante el aprendizaje.
Con un 2% del peso corporal, consume el 20% de la energía del cuerpo. “Cuando
pensamos, siempre pensamos en algo” (intencionalidad). La cooperación (el
cerebro social) ha generado la ventaja evolutiva. El lenguaje es el distintivo
de la consciencia: lenguaje y consciencia se refuerzan a todos los niveles,
tanto el neurológico como el conductual. Desde hace 20 años sabemos que una de
las claves en la base genética del lenguaje reside en el gen FOXP2, situado en
el cromosoma 7 (no es exclusivo de los humanos). Este gen es imprescindible,
aunque no suficiente, para adquirir el lenguaje. En la evolución del cerebro se
ha ido configurando tres funciones: perceptivas, cognitivas y motoras. Las
acciones intencionales implican interacciones complejas entre los tres
sistemas. “¿Quién podría asegurar que la consciencia humana ha alcanzado su
forma definitiva y final?”.
3. El cerebro, base del yo. El
genetista molecular Francis Crick (premio Nobel por la estructura helicoidal
del ADN) y el neurocientífico Christof Koch analizaron el correlato neuronal de
la consciencia: cómo logra el cerebro que la información procesada en distintas
áreas genere una percepción unificada, continua y coherente (el “binding
problem”): oscilaciones de 40 herzios. En 2003 plantearon que los estados
conscientes emergían de “coaliciones de neuronas” (Gerald Edelman, otro premio
Nobel de Medicina, ha caracterizado la consciencia como “actividad recursiva de
ciertos sistemas neuronales del sistema talamocortical). La sede de la
consciencia: según Crick (julio de 2004, antes de morir) está en el claustro,
como el área de Brocka para el lenguaje, el córtex occipital para la visión, el
córtex temporal para la audición y el córtex somatosensorial para el tacto y
las propias sensaciones corporales. El claustro es una lámina celular fina, alargada,
irregular, alojada bajo el neocórtex. Tenemos dos claustros (uno por
hemisferios), bajo las sienes. El claustro es la gran “estación central”
neuronal. Sobre la mente consciente hay 3 grandes teorías: IIT, la de la
información integrada (Giulio Tononi y Christoph Koch): para ser conscientes
necesitamos una entidad única e integrada (Phi es el número de esa sinergia del
sistema); la hipótesis del núcleo dinámico (Edelman y Tononi): proceso neural
especifico, la reentrada, que liga áreas de la corteza y el tálamo (la
consciencia como proceso integrado, dinámico, multimodal); la teoría del
esquema de la atención (Michael Graziano, Sabine Kastner): el acceso
consciente, el individuo se lo aplica a sí mismo.
4. El futuro del estudio de la consciencia.
Tras la euforia por el genoma, parecía que “le tocaba el turno” a la
consciencia. Todavía no. “Siendo un proceso y no un objeto, la consciencia es a
un tiempo continua y continuamente cambiante” (Gerald M. Edelman). Hay
proyectos internacionales (los mencionados BRAIN y PCH, BigNeuron, etc) para el
“conectoma” (equivalente al genoma, cableado del cerebro humano) y nuevas
técnicas analíticas y de imagen (optogénetica, optoquímica). En agosto de 2016,
el equipo de Matthew E. Glasser dio un paso de gigante con un nuevo mapa de la
corteza cerebral en 180 áreas (97 de ellas, nuevas).
Un libro sumamente interesante, plenamente de
vanguardia. Mi gratitud a José María Valderas, premio de los escritores
científicos europeos, por este texto tan útil.
Etiquetas: Consciencia, Robots, Talento